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El reino del fuego

Vigésimo Recuerdo: El valor del sacrificio

326 11 min.

Veo a lo lejos de Terra Nova una gran montaña, la cual ya había visto desde el cañón. Esa puede ser el lugar del que Albert me habló, lo presiento. Me atrae de alguna manera inexplicable.

Mientras observo aquel sitio siento una brisa descomunal, por lo que volteo hacia atrás y noto cómo un misil está a punto de estrellarse contra el edificio donde me encuentro. Ese desgraciado no pierde el maldito tiempo.

La colisión causa una gran explosión que está por alcanzarme, pero recuerdo una habilidad nueva. Una de mis más poderosas y misteriosas técnicas de piromante, a la cual me gustaba llamar «el espíritu púrpura», ya que puedo transformar la luz que refleja mi ser en fuego, lo que me vuelve traslucida y ligera. Esto me permite flotar por unos momentos y moverme a una velocidad increíble gracias a mis poderes psíquicos, para así conseguir evadir cualquier ataque. Desgraciadamente no puedo mantener esta forma por mucho tiempo, es casi instantáneo el momento, por lo que debo utilizarlo con buenos reflejos.

Rápido me transformo en espíritu para volar lejos y apartarme de la explosión; no obstante, justo cuando convierto mi luz en fuego, todo se congela lentamente y se cubre de energía celeste.

Ya no puedo moverme, aunque sigo consciente y observo lo que pasa alrededor: el fuego de la explosión, los fragmentos del edificio, las nubes, las aves, absolutamente todo está pausado.

Poco después, las llamas que esparcí volvieron a mí. Aquello me regresa a la normalidad y me libera de aquel extraño «encantamiento». Tengo mucha suerte de haber logrado esta proeza, por lo que avanzo hasta alejarme un poco usando fragmentos de concreto que están suspendidos en el aire, mismos que eran parte del edificio y que, de alguna manera, soportan mi peso.

Luego una luz dorada resplandece en el cielo, de ella descienden ángeles, los cuales portan armas hechas de oro. Se puede distinguir por encima de sus cabezas halos de luz, cuyos rostros están cubiertos con máscaras de piedra, parecidas a viejas esculturas. Su presencia me parece imponente, opresiva. Si pones suficiente atención, dan miedo.

De la nada todos empuñan sus armas y noto que con ellos se encuentra Xeneilky flotando.

—Las distorsiones del Espacio-Tiempo son dañinas para este mundo, Xeneilky. Cómo seres divinos, y protectores de las leyes de Gaia II, es nuestro deber defenderlo hasta de los egoístas caprichos de sus creadores. Ésta no es tu zona de creación, debes regresar todo a la normalidad o causarás problemas en el flujo normal del tiempo —habla un ángel con una bella voz llena de ecos. El ser divino, al terminar de decir esto, empuña su espada ante la bestia sagrada y prosigue—. Si te niegas, te atacaremos hasta que el flujo del tiempo sea restaurado; no permitiré que uses este poder para cumplir una regla que impones por caprichoso. Serás juzgado, Xeneilky D’Arc —el ángel amenaza al sujeto, sólo para recibir sus carcajadas. Después, Xeneilky se relame los labios viendo a sus enemigos.

—Veamos qué tan rápidos son unos ángeles de la tercera esfera en mi cielo —declara la bestia impaciente y vuela a toda velocidad transformando su espada de empuñadura verde y amarillo en una pistola parecida a la que usaban los piratas, con la cual dispara a los seres divinos alrededor, apuñala con su otra arma a los demás al dar inicio a un rápido vuelo y crea un espectáculo lleno de sangre y pólvora mientras acaba con todos de inmediato. Al final la bestia cae sobre un trozo de concreto de pie.

«Con que éste es el gran poder de la familia D’Arc. ¡Impresionante!», concluyo al momento de ver a Xeneilky, quien está cubierto por la sangre de estos ángeles. Alrededor de nosotros empiezan a caer las plumas de estos seres derrotados. El derroche bestial del hombre y la devastación de los seres alados me genera un hueco en el pecho.

El peliverde sonríe al ver como los restos de los ángeles se vuelven luz y ascienden al cielo, despareciendo. Luego Xeneilky libera una fuerte risotada, orgulloso de su acto.

—¡Ja, ja, ja! ¡Qué bien se siente! No hay nada mejor que esto, ¿no lo crees? —dice la bestia sagrada apuntándome con su pistola y viéndome con confianza.

—¿Qué clase de monstruo eres? —Pregunté en voz alta con un tono de asco y orgullo.

—¿Qué pasa, humana? ¿Asustada, acaso? —Preguntó Xeneilky bajando su arma con una voz de cretino como nunca antes la había escuchado. Justo en ese momento, más ángeles descendieron del cielo, los cuales poseen una velocidad normal, parece que la distorsión temporal no les afecta—. Si me permites, tengo trabajo qué hacer. Toma esto y vete, podrás correr en el aire con ellas —al decir esto un círculo mágico aparece debajo del hombre y después de mí iluminándome con su luz y generándome alas en los tobillos como las de Hermes, el dios griego mensajero—. Lárgate si no quieres morir —al decir esto el peliverde salta una vez más para atacar. Veo cómo danza en un horrido acto homicida, agredido por los seres divinos.

Yo no quiero irme, por el contrario, deseo ayudarlo, y eso hago al lanzarme en contra de los ángeles, acción que sorprende al peliverde, quien sólo sonríe. En ese instante mi vestuario y el de Xeneilky cambian, todo alrededor es bañado con fuego púrpura sin que yo lo quisiera, para así traerme viejos recuerdos de mi juventud.

Estaba en el baile de graduación de la secundaria, sentada. Creí que esa noche sería muy aburrida, pero entonces apareció el chico que me ayudó con el problema del volcán y me ofreció su mano.

—¡¿BAILAS?! —Dijo aquel chico de manera burlona. Yo sólo apreté los labios con una mueca de disgusto viéndolo molesta—. Bueno, ya en serio. Si no sabes te puedo guiar —replicó el joven amablemente. Al escuchar esto sonreí levemente, tomé su mano y puse los ojos en blanco de manera alegre al saber que estaba ahí para mí.

—¿Qué tu graduación no fue ayer? ¿Qué haces aquí? —Le pregunté al joven suavemente al momento que pasábamos a la pista y nos tomábamos de la mano. Bailamos lento, ya que la música era de un vals muy tranquilo.

—No puedes graduarte con gente a la que no aprecias, ¿sabes? No hay nadie a quien aprecie más que a ti —dijo aquel jovencillo algo apenado, pero alegre. Sus palabras no sólo fueron dulces, sino también cálidas. Me sentía muy querida en ese entonces, y más cuando la música comenzó a ser un poco rápida, él pudo seguirme el paso apropiadamente. Todos los demás abrieron un círculo en la pista para vernos actuar, la gente estaba asombrada de que estuviéramos tan bien coordinados y yo estaba todavía más emocionada al igual que mi amigo, el cual se veía muy apuesto.

—Gracias por venir, realmente me has hecho muy feliz hoy, Xeneilky —en ese instante él sonrió y la canción se detuvo. Arqueé mi cuerpo hacia atrás mientras que mi amigo se posaba sobre mi hasta vernos a los ojos, cerca de poder darnos un beso, el cual nunca ocurrió, pues siempre fuimos sólo amigos, incluso más que lo que la gente puede llegar a entender. Una vez dado el espectáculo, Xeneilky me levantó y sonrió fielmente, todos aplaudieron.

Ahora lo entiendo, el simple hecho de estar cerca de él revivió uno de mis recuerdos más preciados. Uno que viví por segunda vez hoy; no obstante, eso no es lo más importante que recordé. Conozco a Xeneilky desde hace años atrás, él es parte de mi pasado. Es parte de la Elite de fuego.

Pronto todo vuelve a la normalidad. Veo lentamente cómo mis recuerdos se desmoronan en fuego púrpura, ahora yo combatiendo al lado de Xeneilky, noto lo emocionado que está y esto me sorprende muchísimo, pero luego sonrió confiada de entender qué sucede.

En un parpadeo, el tiempo regresa a la normalidad y tanto Xeneilky como yo saltamos para alejarnos de la explosión antes provocada. Yo llego hasta el tejado de un edificio cercano corriendo con la habilidad que se me ha prestado, y Xeneilky sigue volando hasta otro techo, un poco más alto.

—Lo siento, mujer. Ha sido una alborada muy interesante. Desgraciadamente, tengo que retirarme. No te preocupes, nos veremos pronto —termina de decir aquel hombre, me quita mi habilidad de correr en el aire y se va volando muy lejos y a gran velocidad. Él y yo siempre fuimos muy unidos, me duele haberlo olvidado. Xeneilky…

«¡Como odio a ese sujeto!», pienso con mucho coraje al verlo irse.

Después de tanta acción decido bajar al suelo de la ciudad para buscar alguna salida y refugio, no obstante, me encuentro con varios hombres portadores del paliacate rojo que me apuntan con varios lanzamisiles. Esto hace que un recuerdo llegue a mi mente de manera instantánea. Todo lo que veo se vuelve borroso.

Me encontraba en una sala gigantesca. No había nada más que enormes columnas en las orillas, las cuales eran de un color rojizo y tenían encima una tela roja rota, maltratada por el tiempo. Al centro y al fondo de esta sala había un trono donde yo estaba sentada esperando a alguien. El lugar tenía un ambiente tétrico y bastante sombrío. En el techo del sitio había unos frescos de demonios, miles de ellos, y en medio de todo eso se hallaba la imagen de un bello ángel que despedía una radiante luz que los demonios seguían. Ese ángel era Lucifer.

De repente un enorme portón que se encontraba frente a mí fue abierto, y una sombra se dio a ver entre la luz que provenía de afuera. La persona que estaba frente a mi yacía por fin adentro, y cuando la puerta se cerró, pude ver su apariencia; sin embargo, no recuerdo cómo era.

Despierto en el suelo, me levanto y observo que los soldados están noqueados. No tengo idea de qué ha pasado hasta que escucho pasos detrás de mí. Noto cómo se acerca un muchacho de piel blanca, portador de lentes, cuyos ojos son rojos. Él sonríe atrevidamente mientras me mira, y una vez estando cerca, comienza a hablar.

—Descuida, no soy tu enemigo, y sé que tú no eres el nuestro. He venido aquí a ayudarte. He visto a toda la gente con la que combatiste. Sólo esta noqueada. Veo que traes contigo una espada, arco y flechas, pero no las usaste contra los habitantes de Terra Nova. Es obvio que no eres mala —dice el muchacho con una voz tranquila, me hace bajar la guardia—. Quiero ayudar, en serio. Yo sé que los ancianos fueron eliminados por alguien que ocultó un misil y estoy seguro que tú no fuiste, te vi combatiendo al lado de Xeneilky —replica el joven poniendo ambas manos enfrente de él.

—¿Tú sólo venciste a toda esta gente? ¿Cuál es tu don? —Pregunto de manera cautelosa. El hombrecito sonríe y me explica sin ningún problema.

— Yo nací con un poder mental superior al de los demás. Puedo hacer que todos vean lo que yo quiera. Creo y desaparezco cualquier cosa que sus ojos puedan captar —responde el chico, mas no entendía cómo pudo usar ese poder para noquear a todos. Este joven habla con una voz confiada y mucha paciencia para mi gusto.

—No entiendo. ¿Cómo eso pudo derribar a todos? —Pregunto al chico mientras me pongo de pie.

—Vaya que si eres muy inteligente. Con mi poder los hice ver a todos un panorama lleno de caleidoscopios, pero en realidad me encontraba golpeándolos. Me asusté un poco porque te desmayaste, pero escuché los latidos de tu corazón, así que supe que estabas bien.

—¡Wow! ¡Qué increíble! Tu habilidad mental es impresionante—aseguro al muchacho siendo más cordial y provocando que me sonriera más amenamente.

—Tienes un potencial increíble. Puedo sentirlo, amiga. Me llena el corazón que no hayas actuado mal a pesar de todas las amenazas en la ciudad. ¡Gracias! —Explica el chico algo nervioso.

—Hago lo que puedo —Al decirle esto él sonríe de vuelta. Después recuerdo que dijo que quería ayudarme, así que me atrevo a preguntarle sobre aquella ciudad—. Disculpa, ¿puedes decirme cómo llegar a Techtra?

—Claro, es muy sencillo dar con esa ciudad. Ve hacia el noreste atravesando la zona volcánica sólo por el extremo oeste. Luego, al pasar por el monte Fawz, a lo lejos encontrarás un portal negro. Esa es la entrada a lo que se le llama: La sala de las puertas —indica el chico con gran facilidad y gentileza. Me desconcierta mucho escuchar sobre ese lugar. Al parecer la ciudad de Techtra está dentro de otra dimensión o se haya muy lejos; el muchacho ve mi cara de incognito y comienza a explicarme sobre aquel sitio—. Bueno, la sala de las puertas es una zona mística donde los siete reinos están conectados. Ahí dentro cada puerta te llevará a un plano distinto de nuestra dimensión. Para ir a Techtra busca la puerta que tiene del otro lado edificios simétricos azules —dice él emocionado de explicarme.

Los siete reinos. Había escuchado solamente sobre la ciudad de Techtra, pero nunca imaginé que hubiera un montón de lugares en paralelo, aunque siendo honesta, esto ya no me sorprende.

—Disculpa, pero no me ha quedado muy claro esto de los reinos. ¿Podrías explicarme un poco más? Soy nueva en todo sobre este mundo —pregunto ya con más confianza y este joven se extraña sonriendo, luego me explica pacientemente de qué se trata todo este embrollo.

—No hay problema. Espero ya hayas oído la historia sobre la leyenda de «El Reino del fuego», la cual dice que aquellos que controlen alguna llama sagrada podrán obtener el control para destruir o salvar este mundo —cuenta y lo interrumpo afirmando, luego prosigue—. Bueno, una vez que la batalla terminó, el Gran Amo Pridhreghdi y el Padre de las Bestias Sagradas, Arctoicheio, se hicieron presentes delante de los siete valientes guerreros que intentaron hacer frente al encapuchado. Ellos les dijeron lo siguiente en unísono: «El sacrificio otorga a aquellos el don verdadero de la audacia, algo que difícilmente puede encontrarse en los mortales, cuyo valor es incomparable. Por ello, para cada uno de ustedes se les creará una morada donde enseñen a sus siguientes generaciones sobre este don que poseen, esto mediante su reciente y ahora perpetua alianza». Después, ambos seres crearon un puente arcoíris que recayó justo donde se encontraba el consejo de la alianza. En ese lugar se abrió el portal a la sala de las puertas, en donde cada líder y su elegido entraron e idearon su mundo perfecto —el joven contó una interesante historia sobre la creación de los reinos.

Nunca había escuchado el nombre del padre de las bestias sagradas, Arctoicheio, por eso se llama: la familia D’Arc. No entiendo porque Kyle o los ancianos no me habían hablado de esto, supongo que la leyenda del Reino del fuego llega hasta la radiante luz.

—¿Es todo lo que sabes? Si hay más, continua, por favor —suplico al joven, y después de mis apresuradas palabras, él se extraña y continúa.

—Bueno, cada uno decidió crear un mundo perfecto desde su perspectiva. Te haré un pequeño resumen si gustas —responde el chico alegre de poder seguir. Después de esto me concentro en imaginar cada palabra, como si fueran mis propios recuerdos.

La historia fue la siguiente: «Primero fueron las Bestias-Gato. En ese entonces el Rey Gato se llamaba Alexandr y su elegido era Sergey. Pridhreghdi y Arctoicheio les crearon la tierra de Beskonechnaya Pustynya, un Desierto sin fin. En el centro se encuentra Catopolis, la ciudad donde habitan las bestias-gato.

Después fueron los Elfos. Einar del Loto era el rey Elfo y Hans del Narciso era su elegido. Se les forjó Skog av Livet, el Bosque de la vida. Yajitawa es la ciudad élfica.

Siguió el turno de las Brujas. La reina Bruja era una sombría mujer llamada Aeryn y su elegida fue Alessa. Para ellas nació Alloggiamento ombreggiato, la Vivienda sombría. Su ciudad es Extravaganzza y pocos saben dónde se encuentra exactamente.

Luego pasaron los Magos. El Rey Mago era Tarek y su elegido era Ashraf. El resultado de sus deseos fue una enorme ciudad de acero azulado llamada Techtra.

Los Elementales fueron los siguientes. El rey era un elemental múltiple de nombre Miroslav y el de su elegido era Milan. Con muchas especificaciones de por medio, se creó el gran reino de Atrazia. Este reino posee el mercado más basto de Gaia II. Ahí puedes encontrar lo que sea.

Una vez terminado esto, siguieron los Fantasmas. El rey es Nicolás y su elegido era un fantasma llamado Levnitan, que hace tiempo cruzó al otro lado. Para ellos se construyó Gespenstischer Königreich, el Reino fantasmal. En el medio de este lugar está 3akat, la ciudad de los fantasmas. Dicen que oculta grandes riquezas, pero nadie entra y sale para confirmarlo, ya que está construido dentro de una enorme barrera hecha de una aleación de oro, acero mágico y cadáveres.

A pesar de haberse opuesto a construir algo para los humanos, Pridhreghdi y Arctoicheio vieron la solidaridad de todos con la raza despreciada, la nuestra, misma que había hecho cosas terribles y provocaron “el tercer juicio”, lo que transformó la Tierra en Gaia II. A pesar de ello, todos acordaron que, si había más personas como Arnulfo, el valiente hombre que fue a enfrentar al piromante azul, entonces la humanidad tenía esperanza.

Por último, llegó el turno de Arnulfo y pidió una enorme ciudad como las que sus ancestros recordaban. Ambas divinidades se vieron confundidas, pero accedieron, y con su gran poder trajeron del pasado enormes edificaciones, las que más les agradaban. Eso dio como resultado Terra Nova.

Pridhreghdi y Arctoicheio entonces se despidieron, advirtieron que las tierras que habían construido eran un regalo y que podían disponer de ellas como más les placiera, con la condición de que cuidaran de éstas. Todos asintieron y después de eso ambos desaparecieron.

De todas las razas sin regalo, las esfinges fueron las únicas que se levantaron en contra de los humanos, reiniciaron la ya dejada Antropomaquia exigiendo que les otorgara un reino, pero una poderosa mujer repeló esta invasión y consiguió que el gran amo Pridhreghdi se llevará lejos a las esfinges, cuya acción enfadó a la líder de las criaturas, quien trataría de vengarse más delante».

—Muchas gracias, ha sido una historia muy interesante, pero, ¿sabes por casualidad algo sobre el piromante azul que ha estado rondando por Gaia II? —Cuando hago esta pregunta, la expresión del joven cambia drásticamente, parece que sabe algo no muy agradable.

—Sí sé algo sobre él. Lo vi ayer en la noche, durante los eventos de la luna carmesí —responde el joven muy serio—. Cuando lo vi él estaba parado delante mío, enfrente de la luna. Pude observar cómo ésta se turnó roja y comenzaron a ocurrir los desafortunados eventos que implica esto. Volteé a ver a otro lado para alertar a los guardianes de Terra Nova, la parvada roja, y cuando regresé la mirada a la luna, el piromante había desaparecido. Sé que este hombre es un ser perverso, pude sentir sus oscuras intenciones en su mente. Es una lástima que la luna se haya vuelto carmesí en ese momento —continua el muchacho con miedo en su voz. El piromante debe tener una relación con lo que le sucede al satélite natural de Gaia II, pero hay algo que me intriga aún más.

—Ya veo, será mejor que me apresure. Disculpa, ¿cuál es tu nombre? Te diría el mío, pero no lo sé. Olvidé muchas cosas de mi pasado y sobre mí —explico a aquel joven y me contesta alegre.

—Soy Emmitt Uoka, habitante de Terra Nova y parte de la alianza de Gaia II. Qué el Gran Amo Pridhreghdi y el padre de las Bestias Sagradas Arctoicheio estén siempre contigo, mujer. ¡Suerte! —Emmitt me bendice en nombre de aquellos seres divino y corro hacia mi destino.

Antes de salir de Terra Nova sucede algo que jamás esperé. Siento algo espeluznante, una presencia que me observa desde lo alto de algún edificio de Terra Nova. No me atrevo a voltear, pero al transformarme en zorro para escapar, mi sentido auditivo aumenta y escucho una conversación que me hela la sangre.

—Está escapando, ¿no deberíamos detenerla? —Dice la voz de un hombre, sonaba como alguien joven y molesto.

—Déjala que se vaya —dice la otra figura, un hombre adulto quizá. Se escuchaba muy tranquilo.

—Debes estar loco si en verdad la vas a dejar huir —replica la voz del hombre joven no muy impresionado de la decisión de su acompañante.

—Tal vez lo estoy. No en balde: ella regresará pronto, cuando estemos preparados —responde el maduro, molesto el otro de sus palabras y emitiendo un chasquido de su paladar. Ambos siguen observando atentamente, mientras abandono la metrópolis. En Terra Nova definitivamente ya tengo muchos enemigos. Por ahora lo más seguro es refugiarme en los otros reinos.

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