Dejo atrás la metrópolis de Terra Nova con cierto remordimiento, puesto en este momento no puedo hacer nada por aquel lugar en ruina. No me es posible salvar a mi propia gente. Por ahora voy corriendo para llegar al portal que me llevará a la Sala de las puertas recordando fluidamente un evento.
…
Ya estaba haciéndose tarde. La lluvia era cada vez más intensa y la tormenta eléctrica azotaba con su enorme estruendo la zona sin parar; era una noche tan oscura que difícilmente se distinguían las calles por las cuales Iris me llevaba. Después de tanto caminar finalmente llegamos al lugar donde me prometió responder mis preguntas. El sitio era una enorme iglesia abandonada en medio de la nada con un pequeño convento al lado, estando esto dentro de una muralla que rodeaba toda la zona, hecha con piedra y barro al igual que las demás edificaciones dentro.
El sitio estaba solo y se veía muy macabro para mi gusto. Nosotras entramos por el portón principal usando una vieja y gorda llave que Iris poseía. Inmediatamente pasamos al interior de la iglesia y mi acompañante cerró las puertas de este santuario así tan pronto nos introducimos. Dentro, la construcción estaba a luz de velas, con grandes columnas a los costados y bancas en medio para los creyentes que desearan visitar el sitio; al frente se hallaba un gran altar de madera, plata y oro. Me llamo mucho la atención este mismo, así que empecé a caminar hacia él, admirando su belleza.
—Es un lugar descomunal, ¿no lo crees así? —Iris me preguntó sonriendo justo cuando vio que me acerqué al altar. Su actitud me molestaba, sentía que era algo engreída.
—La verdad, sí. Nunca había oído de esta iglesia. Me sorprende que aún no le hayan robado nada— le respondí a mi nueva amiga, luego seguí avanzando mientras Iris hablaba.
—Pues aquí sólo pueden entrar personas que hayan recibido un don —presumió la chica de cabello castaño, al mismo tiempo que daba algunos pasos hacia mí con las manos detrás de su espalda. Cuando escuché la palabra «don» volteé hacia el techo y me di cuenta que en él estaba construida una gigantesca estatua: era una escultura que seguramente cambiaría mi forma de ver el génesis en esos días y hasta ahora lo recordé.
Esta obra de arte tenía de fondo el paraíso. Después, justo enfrente, había un ángel muy hermoso con sus manos extendidas hacia los lados en forma de recibimiento, y debajo de él estaban dos criaturas que jamás había visto en mi vida.
Eran Arctoicheio y Pridhreghdi. Los recuerdo perfectamente.
Debajo de estos se apreciaban doce figuras de raras criaturas cerca de Arctoicheio, y tres dragones de diferentes apariencias debajo de Pridhreghdi; por último, más debajo de todos estos, se encontraba un hombre sobre una rodilla en el suelo abrazando a una mujer que estaba hincada, misma que se acurrucaba en el pecho de su acompañante y veía todas las figuras en el cielo.
Entre más abajo estaba el escenario de esta escultura, más sombrío se volvía el paisaje, hasta donde se hallaba esta pareja de humanos, donde se apreciaba un panorama horrible y desolado, totalmente opuesto al que se ve detrás del ángel.
—¿Qué demonios es eso? —Pregunté a Iris, quien inmediatamente comenzó a explicarme.
—La estatua del techo se llama Génesis y habla de la creación de nuestro mundo. Es una historia larga, pero si tienes tiempo te la puedo contar diciéndote quienes aparecen en la escultura —comentó la chica alegre. Era obvio creer que había una gran explicación detrás de esto y se escuchaba muy interesante. No podía evitar querer oírla, así que acepté. Iris comenzó su historia y hasta ahí recuerdo lo sucedido.
…
He llegado al portal que Emmitt se refirió.
Como lo mencionó, es sólo un abismo negro en medio de la nada. No parece haber algo al otro lado. Me es interesante obsérvalo, pues no importa por cual ángulo lo vea, es lo mismo: un agujero. Éste no desaparece a diferencia de las fisuras entre las dimensiones que ya he atravesado antes. Además, se percibe mucha paz proviniendo de él.
Camino hacia él adentrándome y encontrando un vasto vacío sin aparentes límites que posee un piso compuesto de azulejos negros con la orilla blanca.
Desde mi posición es posible ver las diferentes puertas de las que se me había hablado. Cada una es una pequeña ventana que muestra claramente qué hay del otro lado. Aunque eso no es lo más raro, sino que enfrente de algunos portales hay algo que obstruye la entrada a estos.
Sin tomarle mucha atención a ello, encuentro la salida a Techtra, misma que está libre de obstáculos. Sin más qué hacer aquí, voy a él hasta llegar a aquella ciudad.
La gran metrópolis de los magos posee gigantes edificaciones con bellas formas geométricas perfectas que acaparan la larga vista notándose espectros de luz que sobresalen de los horizontes donde se pierde la vasta urbe. Aquellos destellan cada singular brillo del sol en las enormes ventanas de cristal que tupen las construcciones.
A donde voltees hay acero azulado: en el suelo, en la decoración, en los edificios e inclusive flotando por ahí. Mismo que rodea toda la ciudad junto a estaciones mecánicas con pantallas de luz flotantes llenas de información que los habitantes usan frecuentemente.
Los magos circulan de un lado al otro sin detenerse. Todos caminan apresurados con la mirada en alto y una expresión seria llena de grandes pensamientos, visten de manera elegantemente y algo futurista en comparación de lo que vi en Terra Nova. Todos ellos llevan túnicas azules con largas capas y grandes báculos de acero con cristales en la punta.
Al llegar a este lugar, un guardia que se halla en la entrada de este reino me recibe alegremente al ver lo emocionada que estoy admirando el panorama. Sé su profesión por la ligera armadura que lleva sobre sus ropas.
—¡Buenos días y bienvenida a Techtra: la ciudad mágica! Si desea, puedo darle la información que necesite, puesto se nota que es la primera vez que viene. Dígame, por favor: ¿Está aquí por negocios? ¿Conocimiento? ¿Audiencia con el rey Parada? —Dice el mago alegremente. En su cara puedo ver cierta alegría e ingenuidad. Honestamente no tengo la más mínima idea de cómo preguntar las cosas. Si le digo que vengo a ver al rey, tal vez se ponga en alerta; sin embargo, no puedo tampoco desperdiciar tiempo siendo discreta.
—Sí, buenos días. Verá, vine a buscar información del piromante azul que apareció antes aquí y sobre la Elite de fuego. Me parece que el rey podría ayudarme, ¿podría tener una audiencia con él? —respondo al joven mago, quien sonríe al escuchar mi suplica. Entonces voltea hacia un gran castillo que está situado a lo lejos enfrente de nosotros y lo señala con su báculo dándome su respuesta.
—Me temo que le será imposible. Los reyes de los siete reinos se reunirán en menos de una hora para discutir algunas cosas en el castillo, incluido obviamente Parada. Nadie puede entrar a menos que haya sido invitado por ellos. Lo siento, deberá esperar hasta mañana para agendar la audiencia —explica el joven mago de manera muy amable.
—Muchas gracias, joven. Espero que tenga muy buen día. Con permiso —replico al chico y éste me responde simpáticamente con un: «No hay de qué. Es un gusto ayudar». Luego de esto, camino hacia el castillo que está frente a mí para intentar acceder y observo el paisaje de esta enorme metrópolis todavía impresionada.
La mayoría de los magos van viendo dispositivos electrónicos no más grandes que un teléfono portátil de los que recuerdo, y algunos caminan mientras leen un libro. Me da la impresión de que tienen un tercer ojo para ver por donde andan.
Antes de arribar al hogar del rey Parada, me encuentro con un hombre de armadura plateada llamado Yusel Stela, quien dice ser un caballero estelar. Al verme, identifica que yo iba en buscar de los reyes de los siete reinos, por lo que me pide de favor comentarles sobre un extraño suceso del que fue testigo en el desierto del reino de los gatos indicándome que la única forma de entrar al castillo es yendo a hablar con Alex, una bestia gato que reposa cerca de la entrada principal.
Al llegar al portón veo a un sujeto extraño, no pudiendo evitar mirarlo directamente a la cabeza, puesto arriba de ella tiene un par de grandes orejas de gato con pelaje blanco, entre su cabello castaño claro. Aquel está solo ahí parado sin hacer nada más que ver a todos lados algo desesperado, frunce el ceño con los brazos cruzados y golpetea el piso repetidas veces usando su pie esperando a que algo pase o a que termine. El chico gato debe ser Alex.
—¿Qué? —Me pregunta el gato con una voz seca, mientras me lanza una mirada de odio. El muy grosero casi me grita su pregunta.
—Escúchame, por favor, Alex. Tengo información importante sobre un piromante azul que ha estado atormentando a Gaia II. Tú sabes cómo entrar al castillo, te ruego me ayudes, por favor —le suplico a la bestia gato. Él cambia su expresión a una de impresión, mueve ambas orejas de arriba abajo y luego regresa a hacer su horrenda faz llena de repulsión.
—¿Y por qué voy a ayudar a un humano como tú? ¿Quién te crees para ir por ahí pidiendo la ayuda de los demás cómo si te deberíamos algo? Eso es de mala educación —responde Alex enojado, continuando—. Aun así, creo que algo como «un piromante azul» debe ser comunicado a los soberanos de los reinos. ¿Sabes qué? Te ayudaré, sólo porque yo también deseo entrar, estoy muy aburrido. El rey Toledo me pidió esperar aquí, pero creo que es importante que ellos sepan sobre lo que tienes que decir —me confiesa Alex más animado tomándome de excusa para irse de este lugar—. Espero puedas seguirme el paso. De lo contrario, te dejaré atrás, mujer. ¡Sígueme! —Me dice el chico bestia gato con un tono de engreído. Fue muy fácil convencerlo, me hace desconfiar.
Luego de sus secas palabras, Alex se transforma velozmente en un enorme gato blanco de ojos amarillos, ahora midiendo al menos el tripe que yo proporcionalmente hablando de humano a gato. Su belleza es indescriptible, y por alguna razón, su ropa desapareció, exceptuando la bufanda color mostaza que llevaba puesta, la cual, he de admitir, se le ve bien a éste.
Alex empieza brincar en su forma felina hacia el techo más alto del palacio, yo lo sigo saltando en esa dirección; no obstante, aunque inicié casi al mismo tiempo que él, Alex me lleva una ventaja sorprendente, su velocidad sobrepasa la mía por creces, así que me transformo en zorro para tan siquiera no quedarme tan atrás.
Al final hemos llegado al tejado, en lo más alto de éste. Desde aquí la ciudad se ve impresionante y ya los edificios se notan pequeños. Me transformo en humano y me dirijo hacia la bestia para que me diga cómo entrar, puesto aquí sólo se encuentra una enorme cúpula que tiene varias ventanillas. Es obvio creer que por ahí podemos acceder, mas me he dado la tarea de intentar abrir alguna de estas ventanas, y es imposible, están cerradas con magia.
Alex se transforma en humano, y al hacerlo, recupera sus ropas como si no hubiera pasado nada, seguramente usando una magia similar a que yo empleo. La bestia me señala una pequeña parte de una ventanilla, mientras me explica lo que debemos hacer.
—¿Puedes ver esto, mujer? —Me pregunta Alex acercándome para visualizar un pequeño sello tallado en el marco de la ventana. Éste tiene la forma de tres armas, una puesta sobre la otra en alguna representación de unión. Esto representa algo familiar para Alex, sin duda—. Este símbolo que está aquí es el escudo de Catopolis, representa las armas que el héroe legendario Sergey usaba —explica el gato regresando mi mirada a él.
—¿Sabes qué significa? —Pregunto a mi nuevo amigo, quien me señala la cerradura que está por dentro, pues aquella está compuesta por un pequeño rompecabezas muy popular en mis recuerdos, nosotros lo llamábamos de niños: «el juego de pasar la bolita al otro lado».
—La puerta principal se encuentra sellada, y ésta es una entrada de emergencia para los de mi reino. Puedo ver que la cerradura no está muy lejos, pero el asunto es que será todo un teatro mover las piezas con algún tipo de varilla —Aclara Alex, para después sonreírle—. Vamos, dime cómo lo harás —el chico gato me ve con ojos de incredulidad, a la par que le muestro mi poder.
—Sólo observa, novato —digo a Alex con una voz bastante presumida, mientras que con mis poderes psíquicos muevo las piezas de la cerradura. Alex se sorprende al ver esto.
—¿Puedes hacer telequinesis? Esto sí es impresionante, humana —me felicita el gato con una sonrisa confiada y me hace platica mientras avanzo con el rompecabezas—. ¿Puedes contarme un poco sobre ti? Si voy a meter a alguien al castillo, quiero saber al menos su nombre.
—No recuerdo mi nombre, ni quien soy. Desperté al lado de la Torre del comienzo, y desde entonces busco respuestas sobre mi pasado; sin embargo, el piromante encapuchado ha estado matando a aquellos que yacen en mi memoria. Así que lo único que me queda son mis vagos recuerdos y la tristeza de estar sola buscando ayuda —respondo a la bestia gato, y justo en el momento que digo esto, Alex posa su mano sobre mi hombro sonriéndome un poco.
—No te preocupes, ya me tienes a mí. Al menos por un rato —me comenta Alex cálidamente.
Por fin pude abrir la ventana y de inmediato nos metimos al castillo dejándonos caer. Ahora estamos dentro del palacio, tenemos que encontrar la forma de llegar hasta la Sala de la alianza, donde supuestamente Alex dice que están todos reunidos.
El interior del castillo está repleto de enormes estandartes de color azul que poseen el mismo símbolo que he visto en todo el reino. Parece ser que éste es el escudo de Techtra. Aquí dentro los pasillos parecen ser infinitos, pues el final de estos se pierde a la vista en la oscuridad; aunque hay iluminación que sobresale de hermosas figuras de cristal que se encuentran incrustadas en las paredes, mas éstas no generan suficiente luz que pueda ser vista a largas distancias. El ambiente sin duda es pesado y el silencio letal. Es un lugar bastante interesante.
—¿No hay guardias cuidando el interior del castillo? —Le expreso a Alex al no ver gente cerca, él entrecierra los ojos un poco y me ve con una gran cara de decepción.
—No seas tonta, mujer. Sí, hay guardias por todos lados, aparte, todo está siendo monitoreado por las supercomputadoras mágicas a cada momento; pero, como vienes conmigo, supongo que no hay problema. De todas formas, escóndete detrás mío, quiero evitarme preguntas innecesarias —explica Alex molesto, pero seguro de sus palabras. Inmediatamente me pongo detrás de él, quien ya se ha vuelto un felino blanco de proporciones mayúsculas.
Pronto arribamos a donde se encuentra otro portón. Éste pertenece a la entrada de la Sala de la alianza según Alex, lo malo es que enfrente está un sujeto vestido totalmente de negro con una chaqueta de cuero larga hasta las rodillas, pantalón de mezclilla y grandes botas, cuyos ojos rojos y tez clara me hice pensar que es un vampiro, mas no posee colmillos. Tiene una cara de pocos amigos y de aburrimiento al mismo tiempo.
Alex ha cambiado de forma una vez más para parecer un humano, esto después de ver a este misterioso hombre.
—¡Genial! Aldo está cuidando la entrada, lo que significa que no podremos acceder por aquí. Ese sujeto es de 3akat —Alex dice todo esto con gran enojo y desilusión. El hombre de negro pertenece a 3akat, la tierra de los fantasmas, cosa que me extraña. Yo veo a ese tipo bien vivo—. Por cierto, no todos en 3akat están muertos. Él es uno de los vivos. Es un miembro de la Alianza también. Lo distraeré. Tú busca la forma de entrar por los ductos de un aire acondicionado que están subiendo la pared del lado izquierdo. En forma de zorro, obviamente —me propone Alex algo desilusionado y comienza con el plan.
—¡Tss, miren quién es: el buen Alex! ¿Qué onda, man? —Dice Aldo alegremente al ver al gato.
—Hola Aldo, me alegra verte. Disculpa, quiero entrar a ver a los reyes —responde Alex algo nervioso revelando el hombre la empuñadura roja de una katana.
—Mm… Lo siento, Alex. Tengo órdenes de no dejar pasar a nadie. Ni siquiera a ti, gatito, ¡je, je, je! —Al parecer la actitud de este hombre molesta bastante al gato—. ¿Quién es tu amiga humana, eh? —Pregunta el hombre de 3akat viendo cómo yo trataba de subir la pared, pero rápido mi camarada gato habla.
—Es una amiga de la Alianza de Terra Nova. Ignórala, es muy inquieta —aclara Alex recuperando la atención de Aldo.
Sin perder más tiempo, pude encontrar la entrada al ducto de aire acondicionado y desaparezco de la vista de ellos. Pronto escucho voces y las sigo hasta encontrar una rendija por donde entra luz. Me asomo y aprecio la sala donde los reyes están reunidos.