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El reino del fuego

Vigésimo Segundo Recuerdo: Los siete reinos

307 11 min.

Apenas y logro escuchar un poco de la conversación que los líderes tienen. Al parecer ya discuten sobre los eventos recientes. Para mi suerte, la rendija en la que estoy parada cae, así que entro a la sala, en medio de la reunión. El impacto me regresa a mi forma humana y todos los «guardias» me amenazan con sus armas. Los reyes sólo me observan sin hacer nada.

Después, una mujer que viste una larga túnica morada encapuchada con bufanda rosa se dirige a mi hablándome suavemente y molesta.

—¿Quién eres, intrusa? —Pregunta la mujer. Un poco después, la chica que está delante de ella me advierte que no me mueva. Esta mujer porta guantes blancos sencillos de una seda fina y viste ropas casuales; su piel es morena de un tono muy bello y sus ojos son cafés rojizos.

—Todos te dispararemos o atacaremos si haces algo raro —otro de los que parecen ser «guardianes» de los reyes me advierte. Él pertenece sin duda a Techtra, usa lentes y tiene cabello corto. Es de tez clara y sus ropas son azules como la de cualquier otro mago. Su cuerpo corpulento.

—¡Je, je, je! Esto se pone interesante —menciona de manera burlona un extraño sujeto que no tiene cabello, sino fuego vivo que crece de su cráneo. Sin duda él es un elemental ígneo.

—Humano, tira tus armas ahora si no deseas morir —exige una mujer que acerca a mí un espadón con ornamentas de diversas plantas talladas en la hoja. Ella es una mujer elfo de cabello azul, ojos amarillos y piel blanca como la nieve; viste una armadura plateada que cubre todo su cuerpo con ropas blancas debajo.

—¡Alto todos, dejen que hable! —Exclama uno de los reyes, quien está fumando un cigarrillo en el momento. Él es un hombre de ropas rojas, cabello largo hasta los hombros de color castaño, ojos cafés oscuro, piel clara y complexión corpulenta. Debe tratarse del rey Parada, pues se encuentra por enfrente de él el único mago del lugar.

—No conozco mi nombre, no sé siquiera quién soy. Vine a buscar respuestas sobre lo que represento y de mi pasado. También quiero saber sobre el piromante que aparece aquí en Techtra—digo sin mover una sola pestaña. Los líderes se ven los unos a los otros y entonces la puerta de la sala se abre gracias a un golpe. Aldo y Alex entrar de inmediato al lugar.

—Rayos. Nicolás, bato, déjame matarla por su intromisión —pide Aldo con una frialdad inigualable observando al rey de los fantasmas. Entonces Nicolás lo mira a los ojos y luego regresa su vista a mí. Nicolás posee ropas negras, blancas y doradas; tiene dos llamas azules muy débiles situadas sobre sus hombros, justo como un piromante azul, pero tenues. Todo su ser es translucido y flota de manera inerte en el aire. Según sé, es el único rey que ha continuado su reinado desde la leyenda.

—Mmm… Debería, la verdad —responde Nicolás intentando tomar una decisión, pero entonces el rey elfo los detiene.

El rey de Yajitawa es de piel morena y ojos verdes; su pelo es ondulado y está peinado en forma de libro desde en medio de su frente, su cabello es de un color café oscuro. Posee ropas verdes muy hermosas que le diferencian de los demás sin mucho esfuerzo.

—Kashia, retira tu espada, querida. No seas mal educada. En nuestro reino no somos así. Espera un poco tú también, Nicolás —dice el rey elfo seguro. Él se dirige a Kashia, la elfo de cabello azul, que retira su espada al instante que su rey se lo indica. Aquella coloca su arma en su funda.

Todos los líderes voltearon al rey elfo desconcertados una vez que su guardia camina un par de pasos hacia él avergonzada.

—Pero señor… perdone, por favor. No debí siquiera intentar interrogar sus decisiones. Cuando es sobre su seguridad… usted sabe —responde Kashia algo confundida a la par que me daba la espalda para ver a su rey e inclinarse ante él.

La reina de morado, quien yo creo es la soberana de las brujas, observa silenciosamente y con gran interés a los elfos, como si desaprobara la decisión. Entonces el líder de los elementales habla emberrinchado.

—Rey elfo. ¿Qué pasa? ¿Por qué esa seguridad? ¿La conoces acaso? —Pregunta el elemental con un profundo desprecio y una voz que me parece bastante molesta. Él es de estatura baja y de piel aperlada; sus ojos son celestes. Él tampoco posee cabello, sino agua, formada como si fuera pelo muy hermoso, ondulado y abundante.

—No, pero sabía que vendría. Ella escuchará lo que tenemos que decir en su lugar. Saben que ya no vendrá —responde el rey de los elfos muy seguro de sí mismo viendo al soberano de los gatos, mismo que asiente con la cabeza y mira a Alex.

—Me parece bien, pero debe jurar no hacer nada más que escuchar y opinar cuando se le indique —replica el rey de los elementales molesto.

—Me parece justo, ustedes están reunidos por los eventos recientes, ¿no es así? Tengo información sobre estos y la leyenda de «el reino del fuego» —declaro algo nerviosa, todavía siendo amenazada por otros guardaespaldas reales.

Mis palabras parecen convencer a todos. El rey Parada alza la mano y habla con mucha confianza, además de autoridad.

—Muy bien. Por favor, mujer, ve al estante que pertenece a los humanos, el qué está justo debajo del estandarte de tu pueblo —pide el rey de los magos tan pronto como terminé de hablar.

Cada estante tiene la representación de su pueblo por encima de éste, todos de un color diferente, completan los siete tonos del arcoíris. El lugar donde los reyes posan es un podio circular dos escalones más alto, con el símbolo del pueblo grabado en éste.

Alex y Aldo se posaron enfrente de sus reyes. Mi amigo gato sólo le devuelve una extraña mirada a su líder, Toledo, quien lo ve algo molesto. El rey de las bestias gato es un hombre robusto de abundante barba con pelo largo hasta el mentón, peinado en forma de libro; usa también lentes con armazón ligero de color negro y rectangulares. Como toda bestia gato, tiene dos pequeñas orejas de felino por encima de su cabeza de pelaje café y su rostro es muy serio al igual que el de su acompañante, aunque Alex parece, más qué serio, enojado.

Aldo simplemente se colocó enfrente de Nicolas; los demás no replican y se acomodan de inmediato, cerrando el círculo.

—Prosigamos. ¿Cómo decía? Reina de las brujas —le dice el rey elfo a la mujer de morado de manera tranquila y sin vacilar. Ella lo ve unos momentos y prosigue con su historia, la misma que al parecer yo interrumpí al momento de entrar.

—Sí. Empezaré desde cero para la humana —menciona la reina comenzando nuevamente la conversación. Gran parte de ella era sobre problemas habituales que amenazan los reinos. Me impresiona mucho escuchar que todos los reyes no sólo parecen llevarse con confianza, sino que son honestos y exponen los problemas de sus hogares sin pelos en la lengua. La alianza es verdadera. Al paso del tiempo consigo hacerme de los nombres de todos.

Jocelyn es la reina de las brujas, Karen su confidente y amiga. Parada es rey de los magos, Santi es su mano derecha. Ariel es amo de los elementales, Felix el campeón de su pueblo. Albrench es soberano de los elfos, Kashia su guardaespaldas real. Nicolas es el monarca de los fantasmas, Aldo su favorito. Toledo es el señor de las bestias gato, Alex líder de la guardia real.

Terra Nova no parece poseer un líder como tal. Me dijeron que existen diferentes organizaciones dentro de la metrópolis, y que, comúnmente, envían a un representante para escuchar todo. Casi siempre es una mujer que admiran los humanos es la que atiende esto, misma que trae a una chica de su confianza con ella, quien, por alguna razón, no atendió el llamado esta ocasión.

Cada soberano defiende a su pueblo a capa y espada haciendo anónimo los nombres de algunos que han desaparecido supuestamente gracias a la ya mencionada «luna carmesí», misma que es la prueba de que sus reinos no son perfectos. Esto me encanta, pero, ¿por qué pienso así?

—Yo también defendería a mi gente, inclusive si eso significa exhibir mis problemas internos —respondo sin muchos tapujos a la pregunta de Jocelyn, quién me dijo con anterioridad que le gustaría saber qué haría yo en su lugar sí Terra Nova estuviera bajo mi poder. Luego de mi comentario, el rey Parada sonríe y me da la razón.

—Te creo, ya que la representante de los humanos sí nos reveló el nombre y la identidad de la única persona que ha desaparecido en Terra Nova a causa de los infortunios. De hecho, es muy amigo de uno de los miembros de la alianza de los humanos: Emmitt Uoka —explica Parada dando un sorbo a su cigarrillo y expulsando el humo de sus pulmones, junto con una fría mirada dedicada a mí.

—Eso que hizo ella es especial. Hace mucho tiempo se nos regalaron estos reinos porque apreciábamos y poseíamos dicha virtud: el sacrificio; no obstante, se ha perdido entre las generaciones aquel don, al menos yo no tengo la fortaleza para hacer algo así… No creo ya en su valor—explica Albrench avergonzado y con la mirada baja.

La leyenda cuenta eso mismo que mencionó el rey elfo, sobre cómo los guerreros decidieron sacrificarse para enfrentar a un enemigo que sabían que no podían vencer. Al final, fueron premiados por ello revelando el valor de ese don: el valor del sacrificio. Veo en los rostros de los reyes la pena de declarar estas cosas tan duras. Durante todo este tiempo aquí he notado su preocupación, al igual que su miedo.

—A todo esto. ¿Quién crees que eres, mujer? —Pregunta Toledo mirándome seriamente.

—No lo sé. Sólo entiendo que soy una piromante púrpura que busca aniquilar a uno azul —aclaro ante todos mi misión en contra de mi presa. Llamo mucho la atención de los presentes, sin duda, sobre todo del rey Parada, quien me contesta sorprendido.

—Vaya, ¿por eso preguntaste por el piromante encapuchado que se ha visto aquí en Techtra? —Cuestiona Parada sin más preámbulo.

—Así es. Ese es el hombre que estoy buscando —respondo sin tapujos ni vacilaciones. Los reyes se ven los unos a los otros en silencio.

—No puedo creer que seas una piromante púrpura. Se supone que ya no hay más generaciones de humanos piromantes —desacredita Ariel de manera descarada y seguro de sus acusaciones.

—No, mi querido rey elemental, te equivocas en eso. Ella es un piromante púrpura —aclara Albrench a Ariel, él sonríe muy confiado de su afirmación. Todos voltean a ver al rey elfo, y éste se ve muy tranquilo a pesar de las dudas de los demás, aunque su acompañante está temerosa en el momento y parece querer interrumpirlo—. Mi visionaria me dijo que no hay una nueva generación de piromantes, es cierto. Sólo un tipo volvió a nacer, un piromante verde; fuera de ahí, no hay más humanos que hayan nacido con la habilidad de controlar uno de los fuegos sagrados. Ella me habló sobre ti, mujer. Claramente me dijo: «una piromante irá allá por respuestas, ayudada por los gatos»; no obstante, no sé lo que prosigue —explica Albrench lo que sabe sobre mí. A cómo han estado mencionando, creo que esa tal «visionaria» es algún tipo de pitonisa élfica, quien parece ser muy acertada en sus predicciones, o al menos es la única que habla ante «el consejo de la alianza», como se hacen llamar la agrupación de reyes.

—Que nos demuestre que controla el fuego púrpura —exige Jocelyn fríamente, pues buscaba pruebas de mi habilidad. Yo sé que es hora de mostrarles a todos lo que puedo hacer.

—Sí, sería interesante poder ver el fuego púrpura —Albrench agrega rápidamente. Vaya que todos ellos están ansiosos por verlo.

Puedo observar sus propias llamas púrpuras, cómo crecen por enfrente de sus mentes como vio el dragón del templo del volcán la mía, a excepción de Nicolás. Esto debe ser porque está muerto. Creo una llama púrpura en medio del lugar y todos quedan asombrados por el suceso.

—Mujer, quiero que se transforme en… —comienza a replicar Ariel, interrumpido por Nicolas.

—¿Un unicornio, de pura casualidad? Predecible —Pregunta Nicolás a Ariel cínicamente, él asiente con su cabeza que es lo que estaba pensando decirme. Todos presencian como cumplo la petición.

Los reyes quedan sorprendidos e incluso el rey elemental me pregunta que si puedo leer la mente. Respondo que sí, mas había prometido no hacerlo. No recuerdo porque, pero así fue.

—Hay que poseer habilidades psíquicas para ser un piromante púrpura. Creo que ya era obvio. —Orgulloso de ese conocimiento, Toledo habla muy gallardo. Yo me siento elogiada por unos momentos, pero estos fueron muy breves.

—Si no hay nueva generación. Sólo significa una cosa —dice Parada pensativo y todos giran sus ojos hacia mí, mientras Albrench rie macabramente.

—Es ella, la mujer de la profecía —por fin Albrench revela aquello de lo que también me hablaron los fotízetai. Ahora que lo pienso, ésta debió haber salido de la boca de su visionaria. Es obvio, por eso los ancianos lo sabían al igual que toda la alianza. Necesito saber de qué se trata eso.

—Saben quién soy, ¿no? —Pregunto a todos molesta, y en ese momento los soberanos se quedan en silencio.

—No es tu destino saberlo aquí. Mi visionaria lo pudo ver: tu camino, cómo ecualizarás la vida humana. Ella me pidió difundir a la alianza esta visión; sin embargo, nuestro deber no es decirte que pasará después —explica Albrench con una enorme sonrisa en el rostro.

Toledo me pregunta sobre mi estancia en Terra Nova. Asiento diciendo que efectivamente estuve ahí y que el piromante azul mató al consejo de ancianos, al igual que a los miembros de la Elite de fuego.

Me han cuestionado el método de asesinato que usaron contra los viejos pidiéndome muchos detalles. Una vez que lo di a conocer, me dijeron que Xeneilky se encarga de devastar cualquier medio artificial que surque los cielos, así como aquel peliverde lo declaró a los ángeles.

Pronto, los reyes comenzaron a discutir insultándose amistosamente mientras teorizaban cómo el piromante encapuchado pudo conseguir armas de ese tipo y más, ocultarlos de Xeneilky, quien aparentemente puede sentir todo lo que hay en el cielo, hasta que Parada puso orden.

—Para empezar, ya no voy a permitir que se insulten entre sí, esto es serio. Y tú, mujer, justifícate: ¿Cómo sé que tú no fuiste la que mato al consejo de Terra Nova? —Parada está molesto, y no sé qué responder. Por suerte, me han dado ayuda de manera muy rápida

—Por la profecía. Ésta dice que la mujer no se atreverá a matar a un inocente. Ella no pudo asesinar a los ancianos. Además, en este momento no sabes si realmente están muertos los viejos. Cuando lo sepamos haremos una investigación adecuada. Personalmente enviaré un escuadrón de elfos a Terra Nova terminando esto —explica Albrench para defenderme ya con un rostro más serio y relajado, emplea una voz suave y diplomática. Todos guardan silencio después de esta declaración por parte del rey elfo, pero yo no puedo quedarme con más dudas.

—Entonces, ¿qué harán con el piromante azul y la luna carmesí que tanto los aterra? ¿Cuál es el veredicto? —Pregunto a Parada, quien cierra los ojos por unos momentos, y una vez que los abre, dicta lo siguiente.

—Declaro al piromante azul un enemigo de la Alianza. Como todos sabemos, hace tiempo uno igual quiso destruirlo todo; no podemos dejarlo pasar desapercibido. Sé que nadie se opondrá —dice Parada con una gran autoridad y poderosa voz. Efectivamente nadie se coloca en contra de esta idea, todos ordenan a sus acompañantes informar lo que se sepa sobre este hombre para que sea buscado y arrestado a como dé lugar—. En cuanto a la luna carmesí: estamos conscientes de lo que está pasando; sin embargo, la luna ya no está en fase llena. Discutiremos las acciones a tomar cuando ésta regrese al cuarto creciente. Mujer, te pido que investigues sobre los eventos de esta por tu cuenta, y cuando nos volvamos a reunir, estás invitada a compartir la información con nosotros. Ya no poseemos el don del sacrificio, nadie aquí expondrá a los desparecidos, pero tú encontrarás quien sí y lo traerás ante nosotros. Confío en que así será. Eso es todo, se levanta la sesión de la Alianza, a menos que alguien desee lo contrario. —Termina Parada de hablar y nadie dice nada. El rey de los magos cierra la reunión así y veo cómo Nicolas sale prácticamente disparado de la sala, seguido por Aldo a un paso tranquilo.

—Mujer, ¿has conseguido algo de utilidad? —Parada me preguntó mientras se coloca a mi lado y prende un cigarro.

—No del todo. Aparentemente nadie sabe dónde están los miembros de la Elite de fuego que siguen con vida —Respondo a Parada viéndolo a los ojos con serenidad. Una vez dicho esto, el guardián del rey de los magos se acerca hacia mí y se presenta cortésmente.

—Mucho gusto, mi nombre es Santi Momoko. Soy uno de los miembros de la alianza por parte de Techtra. Creo que puedo darte información sobre algunos miembros de la Elite de fuego — dice Santi de una manera un poco tímida, alegrándome mucho—. Sé qué es muy apresurado, pero me temo que aquí en Techtra sólo sabemos de Herald; sin embargo, comentaste que falleció —continua Santi algo emocionado, para después volverse su cara un poco melancólica.

—Exacto, fue asesinado. Es por eso que busco desesperadamente a los demás. Albert me dijo que fuera a una montaña, pero no me dijo a cuál o dónde se encuentra. ¿Tendrán una idea de esto? —Explico en la manera más tranquila que me pude permitir en el momento. Parada me responde.

—El monte Fuchenest es la gigantesca montaña que se ve en gran parte de Gaia II. En la cima de ésta se encuentra el observatorio Astral. Ahí se dice que descansan las personas cuya iluminación ha llegado más lejos de lo imaginable, aquellos que ya han tocado el «Nirvana». Tal vez algún miembro de la Elite de fuego se encuentre ahí —explica Parada con gran incertidumbre. Al escuchar esa descripción, puedo estar segura de quién se encuentra ahí.

—Annastasia. Debo irme lo más pronto posible antes que sea tarde. Muchas gracias, rey Parada, Santi. Espero verlos pronto. —Me despido cordialmente de ambos. Ellos responden felices y me invitan a volver cuando quiera. A parte, el rey me asegura que, al encontrar cualquier indicio del piromante azul, me avisará inmediatamente.

Al llegar al portal hacia La sala de las puertas, veo que Nicolás y Aldo están enfrente de ella; parecen estar conversando de algo, y tan pronto Nicolás me ve, informa a su acompañante, quien no le importa ser indiscreto y me observa descaradamente.

Ya estando cerca, Nicolás también dirige su mirada a mí con una cara que deja sobreentendido un poco de nerviosismo. Supongo que por la falta de tacto de Aldo.

—¡Ah! ¡Hola! Espero no sea un inconveniente para ti que esperemos tu llegada, pero tengo algo que decirte —aclara Nicolás con un tono bastante peculiar, entre engreído y cínico. Tal vez él tenga información relevante para mí—. Sé dónde se encuentra Iris, la fanática religiosa de la Elite de fuego —declara el rey de los fantasmas muy seguro. Iris es quien justamente he estado recordando mucho últimamente, puede que esto sea una señal, o una simple coincidencia.

—Por favor, le pido que me diga sobre su paradero —ruego a Nicolás, pero esto no parece importarle. Él ya tiene un plan, lo sé porque Aldo ríe cuando hago mi petición a su rey, mismo que está sonriendo tenebrosamente.

—No creo que será así de fácil. Verás, tengo una tarea para ti. Si me acompañas a 3akat y cumples con esta misión, te diré exactamente dónde se encuentra Iris. No tardarás mucho en encontrarla, te lo aseguro —me propone Nicolás de la manera más inhumana y abusiva posible. No puedo dejar pasar esta oportunidad. Debería ir con Annastasia, pero me parece que está más a salvo que Iris, quien debe también estar oculta. Es mi oportunidad.

—De acuerdo, te acompaño —le digo a Nicolás algo molesta, él se da la vuelta acercándose más y más al portal, al moverse flota suavemente en el aire.

—Así me gusta, mujer —responde el rey fantasma confiado. Una vez dicho esto, él y Aldo entran a La sala de las puertas. Los sigo aún enfadada.

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