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El reino del fuego

Tercer Recuerdo: Vida

739 9 min.

Ahora estoy aquí, sola de nuevo. Con la desdicha de tener que buscar una salida de esta habitación flotante que, a diferencia de la anterior que visité, carece de dos paredes a los costados. No obstante, cuando miro detrás de mí encuentro a una mujer parada en medio del lugar.

Ella tiene un corto cabello color negro con las puntas moradas; viste un saco abotonado por en medio de color morado, con mangas largas y cuello alto, parecida a los tuxedos que usaban los magos de una ciudad llena de entretenimiento nocturno que apenas recuerdo.

La mujer es delgada, de tez morena y grandes ojos grises. Aunque, de todo esto, lo que más llama la atención es su abanico de mano con sólo dos aspas (la primera y la última), amarradas éstas por abajo con largos listones de color rosa y unidas por arriba gracias a pequeños dedillos entrelazados, pues es un abanico hueco.

—Anne… ¡Anne! —grito su nombre, emocionada de verla. No puedo evitar sonreír.

Aquel es su nombre, Anne, la puedo recordar perfectamente. Ella y yo tenemos un pasado juntas, y no sólo es alguien muy fuerte, sino que también se trata de una gran amiga mía.

—Anne, amiga. Temía estar sola en este lugar, pero me alegro de por fin haber encontrado a alguien conocido. Necesitamos hablar… —antes de terminar esa frase, ella mueve su abanico junto a su cuerpo, girando, para ejecutar una danza singular. Cuando ella queda frente a mí, me lanza desde su abanico una gran ráfaga de viento plateado. Yo salto para esquivarlo, totalmente sorprendida de esto, cayendo al suelo.

—¡Anne! ¿Acaso no me recuerdas? ¿También perdiste la memoria? —le pregunto con miedo a que le haya pasado lo mismo; pero ella hace caso omiso a mi voz. Es como si estuviera sorda, mas por su sonrisa y sus movimientos puedo percatarme de que me escucha. Entonces, ¿por qué me está atacando?

Fue entonces que decido levantarme, sólo para que ella me vuelva a atacar. Esquivo el viento y me lanzo contra ella. Anne ve mis intenciones, por lo cual cierra su abanico y me golpea en la cara con él. Esto me hace retroceder unos pasos, dando luego un salto hacia atrás para distanciarme.

Al pisar el suelo doy unos pasos en falso por la falta de equilibrio. El golpe que me dio fue muy duro, inclusive me agarro la cara por el dolor. Volteo hacia mi amiga, y veo que sus ojos ya no son grises; mis recuerdos me hicieron errar al verla, pues ahora son azules, un color eléctrico matizado.

Anne está muerta.

Recuerdo de inmediato un pequeño suceso de nuestro pasado al darme cuenta de esto.

Estaba en un castillo sobre un balcón con los codos recargados plácidamente en la orilla de éste, al igual que mi espalda. Me encontraba ahí sintiendo el aire, sola. Pensaba y veía el horizonte lejano al alba que se hallaba a mi derecha. Sin dudas era un hermoso panorama para descansar.

Ese día yo llevaba puesto un vestido de gala nocturno color verde claro, con pedrería brillante y hermosos acabados escotados. De pronto, escuché una voz.

—El viento a veces es un buen consejero —afirmó Anne con voz suave y confiada. Ella apareció justo a mi lado, sentada en el borde del balcón donde estaba yo recargada, con un traje similar al que lleva ahora, pero de color azul rey. Sus pies estaban al aire hacia afuera del balcón.

—Ojalá te caigas. A lo mejor el impacto puede hacer que mejores tus frases “profundas” —Le respondí en un tono sarcástico, mientras le sonreía.

—¡Ja, ja, ja! Me lo dice la chica que siempre viste de gala en estos eventos —se burló Anne de mí, mientras veía mi atuendo con una ceja arqueada y una risa dibujada en el rostro—. Vamos, tú sabes que lo digo en serio. Hay días en los cuales sólo me subo a algún techo o vuelo hasta lo más alto de las montañas para sentir este fresco viento de la madrugada, acariciándome el rostro de manera sencilla y cortés. Cuando esto sucede, se siente como si el viento te susurrara —ella mencionaba estas palabras con un suspiro de alivio y serenidad, como si se tratara de lo más hermoso que se hubiera podido experimentar.

—Creo que eso siempre será lo tuyo, Anne. En cambio, yo no nací con el Llamado del Viento. Posiblemente tú sí lo escuches susurrarte… Yo no. También puede ser que no lo haga porque soy más desesperada. No tengo paciencia para oír lo que una corriente de aire me tiene qué decir —hablé con un poco de decepción. Le tenía un poco de envidia, pues ella podía sentir algo puro y bueno de algo tan simple como el viento. En cambio, mi “don” es más complicado y destructivo. Nunca encuentro paz en él.

**, tú sabes que las cosas sencillas de vivir siempre están presentes para ser disfrutadas. Nosotros los humanos tendemos a olvidar lo hermoso que es nuestro mundo y las grandes riquezas que éste oculta. Hay días en los cuales sólo debemos abrir los ojos, salir, respirar y agradecer este regalo —dijo Anne al mirar el alba con una enorme sonrisa—. No es mi don lo que me hace escuchar al viento, es mi gratitud la que me lo permite. Sólo para decirles lo que siento de corazón. —Sus palabras dulces y alentadoras llenaron mi alma, no pude evitar sonreír conmocionada. Estos hermosos recuerdos son algo muy preciado para mí; sin embargo, ella mencionó un nombre que no pude escuchar…

¿Acaso será…?

—Gracias, realmente quiero agradecer por ello. —Después de decir eso, con una gran sonrisa, me volteé y puse mis manos sobre la orilla del balcón. Estiré mi cuerpo y alcé mi rostro al cielo, mientras respiraba hondo. Luego cerré los ojos y dejé que el viento me acariciara—. Gracias, por este hermoso regalo. —Mis palabras el viento las tomó y sopló un poco más fuerte, llevándoselas lejos. Esa paz que despedí de mis labios, Anne y yo la vimos despegar. En ese mismo instante, juré que agradecería siempre al viento por el hermoso presente que llevo conmigo.

Pero ahora...

—Gracias, por este hermoso regalo.

Aspiro. Espiro. Abro mis ojos llenos de lágrimas ante mi enemigo, pues ella no es Anne. Es un clon, formado con llamas azules: un fuego maldito y frío que es un presagio de muerte.

Alguien asesinó a mi amiga y tiene que pagar por ello. Saco mi espada y la empuño hacia aquel espectro farsante.

—¿Qué esperas? ¿Tienes miedo? —grito con una gran sonrisa en mi rostro.

El farsante comienza a danzar y me lanza torbellinos de viento dorado para pulverizarme. Yo, al ver esto, salto lo más alto que puedo. Con ello esquivo los ventarrones.

Los ataques de Anne requieren de hacer un movimiento de danza para ser ejecutados de manera eficaz. A menos que use su abanicó directamente como arma, puedo acercarme a ella para cortarla. Pronto la ataco por enfrente con mi espada, pero ella se defiende hábilmente con su abanico al interceptar mi arma al momento justo de blandirla. Aun así, uso toda mi fuerza e intento tumbarla al barrer mi pie en el suelo de forma circular en favor de atacar sus piernas. No obstante, ella salta al darse cuenta de ello y a esa distancia en el aire logra bailar. Anne lanza un viento plateado hacia mí. Al ver sus intenciones retrocedo hacia atrás.

Esquivar el ataque sin dudas me salvó de una muerte segura. Por desgracia la intensidad del movimiento me lanza lejos, pues al chocar en el piso, el impacto del viento expulsa una enorme onda que nos empuja a ambas, apartándonos una de la otra. Yo me agacho, coloco una de mis manos sobre el suelo y así freno, mientras soy arrastrada, al mismo tiempo que el clon de Anne baja al suelo lentamente, con una gracia casi demoniaca.

Corro nuevamente hacia ella, mas el clon sabe que intenté dar un golpe directamente, así que salto hacia una plataforma que flota aquí dentro de la habitación. Desde abajo el clon de Anne me lanza dos enormes torbellinos dorados. Consigo evadirlos a duras penas al lanzarme al piso de abajo nuevamente, pues el viento es cada vez más veloz. Poco después me reincorporo con un giro hacia adelante sobre el suelo al caer.

Ya abajo voy contra mi enemigo. Trato de cortarla por la mitad de arriba a abajo; sin embargo, ella me detiene con su abanico una vez más a la altura de su cabeza. Ahora estamos frente a frente. Veo sus ojos y su enorme sonrisa, es sin dudas el rostro confiado que siempre mi amiga poseyó.

—Crees que eres más fuerte que Anne, ¿no es así? ¡Tú jamás podrás ser como ella, desgraciada!

Después de decir esto, uso toda mi fuerza sobre la espada y ésta fisura el abanico. El clon se percata de ello y me suelta una fuerte patada en el estómago para alejarme.

Caigo al suelo y el clon brinca sobre mí. Aquel prepara su danza para arrojarme más viento plateado. Ya no está esperando mis ataques, ahora va en serio. Por lo tanto, giro en el piso para evitar el viento.

Por desgracia el impacto logra golpearme y me lanza a la orilla de la habitación donde no hay pared. Freno mi cuerpo encajando la espada en el suelo y, aun así, llego a la orilla, casi cayendo. Puedo sentir cómo mi talón está al límite. Esto me tambalea durante un momento. Recupero el equilibrio y volteo rápido a echar un vistazo, sólo para observar el mundo luminoso de allá abajo, a kilómetros del sitio.

En aquel instante el clon de mi amiga cierra sus ojos y danza de una forma muy peculiar. Ella hace movimientos dignos de un verdadero mago del viento.

Al final de su performance, el clon pone su abanico abierto por arriba de su cabeza, sólo para bajarlo a una velocidad suave hacia enfrente, cuyo movimiento crea una enorme cantidad de viento a su alrededor. Ésta es sin duda una de las técnicas más poderosas de Anne llamada «danza sotavento», la cual genera fuertes corrientes de aire que la benefician de una manera increíble, más aquí en esta habitación, pues no posee dos paredes, además de múltiples aberturas por donde el viento cruza.

Todo este vendaval termina por tumbarme de la habitación. Me sostengo con ambas manos de la orilla lo más rápido que puedo, mientras mi cuerpo es balanceado por el viento en el vacío.

Mi corazón se acelera y un miedo tremendo a caer me llena por completo. En este instante, escucho cómo el clon danza nuevamente para lanzar un ataque a mis manos. Entonces recuerdo el rostro alegre de Anne, el mismo que tenía ese día en el cual me dijo esas bellas palabras… la brisa, el amanecer, aquel bello regalo.

—No voy a perder. ¡No voy a dejarme vencer por una basura como tú! —grito desesperada, a la par que nuevamente agua brota de mis ojos y recorre mis mejillas.

De alguna forma, una fuerza que yo misma despido me arroja de vuelta y me hace esquivar los torbellinos dorados que el clon lanza. Caigo sobre el suelo de la habitación con lágrimas en mi rostro y una furia suficiente para empuñar mi espada firme hacia mi enemigo. Ella voltea y coloca su abanico cerca de su rostro, cómo mi amiga lo hacía. Ambas estamos una enfrente de la otra, viéndonos cara a cara, sintiendo las fuertes corrientes de viento que nos atropellan.

Rápidamente corro hacia ella y ésta me lanza su abanico, al mismo tiempo que todavía lo sostiene de los cordones con sus manos. Yo logro evitarlo, pero entonces el clon jala su brazo hacia atrás para traer de vuelta su arma hacia mí; aunque yo ya sé su intención, por lo que me agacho en el momento justo, evadiéndolo.

Éste es el momento perfecto para atacar. El abanico apenas va hacia ella y yo ya estoy muy cerca, así que inclino mi cuerpo y empuño mi espada con ambas manos hacia adelante a la altura de mi rostro con la hoja mirando al clon. Justo cuando estoy muy cerca de terminar, mi enemigo recupera el abanico e inmediatamente se prepara para bloquear mi ataque. Mas antes yo desato y uso la capa de invisibilidad para desaparecer ante sus ojos, lo cual la confunde y detiene su movimiento llevando con una cara de sorpresa.

Al bajar la guardia, suelto la capa para revelarme una vez más. En el momento que yo estoy lista para partirla a la mitad, ella se da cuenta de que no hay ya salida de ese ataque, por lo que sólo me sonríe cálidamente y me habla.

—Gracias por darme la oportunidad de verte una vez más, amiga —dice mi enemigo con una paz increíble al ser atravesada por mi espadazo en su cuerpo. Aquel fue tan poderoso que, aunque se cubrió con su abanico, consiguió partir el arma a la mitad, igual que su cuerpo.

Esa voz es la misma que emitía Anne en mis recuerdos. Incluso tiene la misma serenidad que en aquel día. Es entonces cuando del clon escapa una gran llamarada azul, y junto a ésta, Anne se desintegra en el aire.

—¿Anne, eres tú? —pregunto a aquel ser que es quemado por las llamas azules, mientras mi voz se rompe en llanto. El clon sólo cierra los ojos con una enorme sonrisa y le brotan lágrimas de ellos.

—Gracias, por este hermoso regalo —dice ella con una hermosa voz suave, junto a una felicidad indescriptible, antes de desvanecerse.

Las llamas dejaron atrás un carcaj que cae al suelo cuando éstas desintegran al clon. Es como si este objeto estuviera dentro de Anne.

El objeto es color rojo ladrillo y tiene una banda amarilla para colgarlo del cuerpo. Me parece familiar de alguna forma. Cuando me acerco para tocarlo, oigo levemente una voz en mis recuerdos: la misma de voz de Anne.

—Anne, ¿estás viva? —pregunto al aire, pero nadie me responde. Me agacho por el objeto que surgió del clon, y al sostenerlo en mis brazos, empiezo a ver frente a mis ojos recuerdos de Anne. Cómo ella llegó hasta donde me encuentro con el carcaj en mano y se enfrentó al piromante azul encapuchado de mis memorias, siendo derrotada por él.

Todos estos recuerdos se perdieron al momento en el cual ella murió. Ahora sólo queda esa remembranza de Anne en mí. Aunque el carcaj me hizo recordar otras cosas.

Mi arma es la espada sagrada del fuego púrpura. Además, si lo pienso con todas mis fuerzas, ésta se transforma en un arco.

Cuando lo visualizo en mi mente, la hoja de la espada se introduce a la empuñadura, desplegando desde sus extremos dos largas puntas curveas, las cuales se conectan con una cuerda mágica del grosor de un hilo, lo suficientemente resistente para doblarse y poder lanzar una flecha. Mi arma cuerpo a cuerpo se convierte en una de distancia.

Las flechas yo puedo crearlas gracias al fuego púrpura, pues una cualidad de estas llamas es que pueden tomar la forma física de cualquier cosa que yo pueda imaginar, según recuerdo. Desgraciadamente es más difícil de lo que suena.

Tomo la posición de un arquero. Al hacerlo, una llama púrpura crece desde la palma de mi mano, transformándose en una flecha solida de color morado, la cual coloco en la cuerda del arco. Una vez hecho esto, estiro la cuerda con mi mano izquierda y lanzo lejos el proyectil púrpura, hacia el mundo bajo mis pies. Espero de corazón que no dañe a nadie.

Mi arma primaria siempre han sido las flechas. Gracias a Anne lo he recordado.

En este instante, en el atardecer de hoy, sopla el viento con gran fuerza; cierro mis ojos, dejo caer mi arma al suelo para extender mis brazos hacia los lados y sentir esta caricia. Una lágrima sale de mi ojo izquierdo, a la par que el aire mece mi cabello y alborota mi ropa.

—Gracias, Anne, por estar conmigo —digo al viento con gran alegría y tristeza a la vez.

Debo encontrar a más gente que esté relacionada conmigo. Si Anne estuvo viva hace poco, eso significa que alguien más de mi pasado debe estarlo; pero antes, me aseguraré de matar a ese individuo, al asesino de mi amiga.

—¡Te mataré! ¡No importa lo que tenga qué hacer! —grito, jurando al viento mi venganza hacia mi «presa»: el piromante azul encapuchado.

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