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El reino del fuego

Séptimo Recuerdo: Retroceso

322 7 min.

Ya dos amigas mías han sido asesinadas por el piromante azul, lo cual me enfurece y entristece al mismo tiempo. Sigue adelante el desgraciado, sin que pueda alcanzarlo.

Tan pronto me coloco el brazalete de Marcia, una puerta se abre, misma que me lleva a unas escaleras dentro de la torre en forma de espiral que dirigen hacia arriba. Al subir, la letra delta aparece y se escucha un extraño sonido que proviene de la cima, uno que me asustó, mas no me detuvo.

Las escaleras están iluminadas por braceras pegadas a la pared, portadoras de fuego sagrado, de los siete colores existentes: purpura, azul, celeste, verde, amarillo, naranja y rojo. Cada flama representa algo único, pero no recuerdo otra que no sea la mía o la de mi enemigo; no obstante, al observar el fuego amarillo un miedo espantoso crece dentro de mi corazón. Obviamente traté de obtener el morado, mas fue inútil. Es como si la vasija lo impidiera.

Pasé las letras delta, gamma, beta e incluso alfa, hasta llegar al final, salgo al exterior de la torre y hay un balcón con escaleras hechas de luz arcoíris por fuera para subir a la cima. Éstas de alguna manera inexplicable son sólidas.

En el final los bloques tienen dos símbolos y uno de ellos es idéntico al círculo mágico que usó Priitsu, el otro me es desconocido. Aquel posee una especie de arco y muchas figuras que le adornan.

La superficie aquí es plana, se trata de una gran plataforma. De un lado se encuentra la estatua de una hermosa bestia cuadrúpeda de larga melena, mirando el oriente. Del otro está la estatua de un dragón. Éste tiene grandes alas emplumadas y largos bigotes. Sus ojos se ven alegres, más de lo que consideraría normal y miran hacia el occidente. Ambas esculturas están hechas de plata y se hallan sobre las patas traseras, como si se levantaran para intimidar a alguien quien les hace frente.

En medio de todo hay dos columnas en un pequeño círculo, distanciadas una de la otra, con los símbolos antes mencionados dibujados sobre ellas, ambas terminan en punta. Una terrible melancolía me invade al ver esta escena, estas estatuas y este lugar. Algo me dice que yo tengo una relación con los elementos que se encuentran aquí.

Cuando toco ambas estatuas no pasa nada en especial, sólo siento como si me faltara algo, como si no fuera digna.

Me acerco al círculo del medio y éste se ilumina en forma de columna que apunta a la luna, misma que se ve increíblemente grande. Me postro en el centro del posible altar entre la luz, miro en dirección al gran satélite natural y alcanzo a notar otra cosa: puedo ver una estación espacial, una colonia metálica que flota cerca de donde estoy. Esa es sin duda un arca de mi antigua organización que navega en la órbita del planeta. Tal vez ahí encuentre una manera de regresar a la tierra, o mejor aún, veré a un viejo amigo.

La columna de luz llega hasta allá. Siento como si ésta me impulsara, por lo tanto, doy un salto con toda la fuerza que mis músculos pueden darme para tratar de llegar a abordar la estación de un brinco.

El impulso es descomunal, salgo disparada de la torre e inmediatamente, cuando me acerco a la estación, siento cómo su sistema de gravedad me atrae, me doy cuenta que ya estoy cayendo de cabeza hacia la nave; así que me incorporo para arribar de pie.

Veo cómo una lluvia de luces está cayendo cerca. Estás parecen provenir de un lugar invisible en el cosmos. Al tocarlas no me causan algún daño y desaparecen detrás de un destello.

Creo que no hay nada vigilando los alrededores, por lo que me puse a investigar la zona mientras recuerdo cómo hace tiempo nuestra organización creó un sistema de oxígeno en campos de fuerza magnéticos, en otras palabras: aunque esté fuera de la nave y «en contacto con el espacio exterior», está tiene en un radio gran cantidad de oxígeno encapsulado. Es por eso que mi cabeza no ha estallado. El campo debió tocar la torre, eso explica mucho. Dentro de las colonias hay ecosistemas en funcionamiento con luz del sol filtrada, algo que recuerdo muy bien que discutí con Marcia y el ingeniero.

Me encuentro un interruptor con la letra «A». Decido activarlo y no pasó nada malo alrededor. Me gustaría saber de qué sirvió hacer eso. El creador de este lugar no hace nada sin darle un motivo. «Será mejor que busque como entrar», concluyo. Entro a la base por medio de una escotilla.

La nave es enorme, los espacios son muy amplios y todo es gris metálico. A lo largo y ancho se encuentran algunas ventanas circulares al exterior que dejan ver las estructuras del arca.

El lugar se ve abandonado, no hay nada más que tres balcones en una pared. Sobre cada uno de estos hay un creador de portales artificiales que vagamente recuerdo. Sólo uno de ellos se encuentra encendido y tiene una letra «A» debajo. Ese botón que presioné debió activarlo. Más delante hay una puerta cerrada con tres pequeños paneles; todos tienen una ranura, al igual que una letra. Éstas son: A, B y C. Igual que los portales.

Es obvio, debo entrar a cada uno de esos lugares para conseguir las llaves y así poder abrir la puerta. Eso significa que los portales artificiales de verdad funcionan. El ingeniero lo consiguió.

Antes de tomar el primer portal me encuentro con una placa en la pared que dice: «Esta unidad es la estación espacial “MHN-001”, fue comenzada a ser construida desde el año 2009 d. de C. por el gran ingeniero Herald. A su cargo, todas las unidades están aquí programadas. Cualquier persona que deseé hablar con el capitán de esta arca espacial deberá encontrar las llaves que se encuentran en cada subestación. ¡Suerte!

Atentamente: General Herald, Ingeniero de Mecatrónica y Líder de Tecnología».

«¡Qué ridículo! ¿General Herald? Así que yo tenía razón, él debe de estar cerca. Aunque lo más probable es que el piromante azul también esté aquí. Debo de darme prisa», pensé al terminar de leer. Herald quiere que lo busque pasando su tonto desafío, cosa que me parece fastidiosa.

«Entonces así será». Entro en el portal y me lleva a lo que asumo es la subestación A: un lugar lleno de largos pasillos, infestado de robots, máquinas que Herald creó. Los seres mecánicos sólo cuentan con tres piernas y una cabeza por encima, misma que flota a poca altura, la cual tiene una especie de cámara patrullando los alrededores.

Un robot cercano me enfoca. Por un momento creí que me reconocería, pero no fue así. La máquina me lanza un rayo láser sin pensarlo. Al verlo salto para esquivarlo y recuerdo vívidamente cómo el piromante azul lanza llamas por su mano, así que lo imito y extiendo mi palma hacia el robot. Al poco tiempo una enorme llamarada púrpura es lanzada al concentrarme, lo que destroza a la máquina. Sólo quedan cenizas moradas, el fuego púrpura quema incluso el metal.

El poder de mi piromancia es impresionante. Sabía que el fuego sagrado puede quemar cualquier objeto, pero esto me parece alucinante.

Rápido continúo avanzando mientras destrozo a los vigilantes hasta llegar a un elevador. Lo uso para bajar a un piso en donde encuentro muchísimo fuego púrpura y la tarjeta «A» junto al interruptor «B», mismos que me traen grandes recuerdos que inundan mi mente.

Habían pasado semanas y Herald no dejaba su nuevo proyecto. Parecía que no podía pensar en otra cosa que no sea el poder construir la estación espacial que tanto quería: un arca que contenga la sede de la organización. Por si algún día tenemos que desaparecer, nadie se imaginaria que estaríamos en el espacio.

Su dedicación era sorprendente, pero desgraciadamente había veces en las cuales él se perdía entre sus ideas y vacilaba sobre su ingenio. En esas ocasiones el quería dejar su actual proyecto para comenzar uno menos complicado.

Decidí visitarlo para no sólo ver cómo le estaba yendo, sino también para darle un poco de ánimos, ya que había estado muy estresado. Entré al taller de Herald, el cual era un poco tétrico. En él había planos de androides y robots por todos lados, piezas de máquinas colgadas en el techo, algunas con formas de partes humanas. Pude distinguir algunos planos de su propio cuerpo en pizarras y en mesas, lo que volvía el lugar a media luz un tanto mórbido.

Un poco más delante estaba Herald dibujando algunas partes de la nave en un largo plano azul, usaba herramientas de dibujo que reconocí al instante.

—Herald, ¿cómo estás? Espero no interrumpirte —le dije al ingeniero al acercarme a él lentamente.

—¿Ah?, **. No te preocupes, tu presencia no interrumpe ni atrasa mi desempeño. Dime, ¿en qué te puedo ayudar? —dijo tranquilamente. Él no despegó ni la vista ni sus manos de su actual labor, estaba muy concentrado. Su voz era metálica y grave.

—Pues… a cómo veo, estás haciendo muy buen trabajo —a la par que le comentaba esto último, me acerqué e incliné mi cuerpo para ver más de cerca lo que él hacía. Evidentemente eran los planos de la misma habitación donde yo estoy en la actualidad. Herald la dibujó esa vez.

—Sí, gracias. Me estoy esmerando bastante. Quiero que todo sea perfecto, sólo que no sé cómo dar acceso a ésta —lo mencionó como si me estuviera pidiendo un consejo mientras señalaba una habitación.

—Pues, ¿por qué no haces un tipo de tarjeta para el acceso? Las tarjetas magnéticas están de moda. —Mi opinión fue dada con algo de presunción.

Creo que no fui apropiada, porque Herald se detuvo al escucharme. Luego me vio con sus ojos entre cerrados. Tal vez pensé que fue una buena idea, aunque, por esa cara que me hizo, ya no lo creía así. Sabía que él no diría: «Pero, ¿cómo no lo pensé antes? ¡Eres un genio!».

—¿En serio? ¿Una tarjeta magnética? Son fáciles de clonar. No puedo creer que no sepas algo así. A veces pienso que no eres tan lista como lo aparentas. —Lo sabía, él me respondió algo molesto. Herald retomó su trabajo viendo que todo quedara perfecto.

Él siempre ha sido demasiado orgulloso, pero supongo que lo que hice fue suficiente para que sintiera mi apoyo, justo por eso fui hasta allá.

—Vamos, no seas un amargado. Tú puedes crear una tarjeta que no sea posible clonar. Comoquiera dudo que alguien pueda siquiera llegar allá. —Aquellas palabras inspiraron al ingeniero.

—Esa sí es una buena idea. Pondré accesos especiales, pero tendrán que ganárselos al probar que son verdaderos miembros de nuestra organización. Será una prueba de habilidades y una cacería de objetos —dijo Herald emocionado, mi idea se transformó en algo bueno.

—Sí, es verdad, pero tampoco exageres, Herald. Algo que cualquiera de nosotros pueda darse el lujo de atravesar sin muchos problemas —mi tono era más serio. Aun así, él rio y me miró de nuevo.

—No te preocupes por ello. Por ahora sólo debo concentrarme en que todos los planes de construcción estén terminados. Gracias por ayudar —antes de volver a sus planos me regaló un pequeño pulgar hacia arriba. Eso me alegró mi día y sentí que mi misión había sido completada.

—Siempre has hecho un gran trabajo. Sé que esa estación espacial superará a su creador “MHN” —le mencioné las siglas de su apodo para insinuarle un pequeño insulto, pero cuando lo escuchó, dijo algo increíble con entusiasmo.

—Sí me superará… Se llamará “MHN-001”. Ese será el nombre de la estación espacial, un «arca de Noé», pero de acero. Una que cruce el espacio para la sobrevivencia de esta organización, para que nuestro legado continúe —así fue cómo tomó ese nombre, fue una invención entre nosotros. Sólo me restó sonreír y retirarme para que él siguiera con su trabajo.

—Ojalá que nunca alguien que no sea miembro de nuestra elite llegue a la MHN-001 y logre pasar todas las pruebas. Eso sería un verdadero problema —le dije en tono burlón.

—Eso lo veremos luego. Igual, espero me visites pronto. Te estaré esperando —esas fueron sus últimas palabras antes de que saliera del taller. Yo volteé y le sonreí diciendo: «No tardare mucho». … Este lugar es aquel proyecto de Herald. «La elite», eso éramos. Finalmente lo he recordado.

Sé que seguí visitando a Herald, pero él no quería que viera el arca hasta que estuviera terminada, creo que después de desaparecer él la debió traer al espacio. Sé que fue así.

Regreso y tomo el portal hacia la subestación «B», encuentro diferentes mecanismos de seguridad, armas automáticas adheridas a las paredes que me disparan, mismas que evito al ocultarme ágilmente con mi capa para confundir a las máquinas y conseguir llegar hasta una extraña habitación al otro lado de la subestación. En este lugar hay una enorme ventana por donde fácilmente se aprecia el espacio exterior y mi planeta, básicamente ésta cubre toda la pared. De repente las luces se encienden y mi sorpresa es increíble. No estoy sola en este sitio.

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