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El reino del fuego

Noveno Recuerdo: Luz sobre materia

323 9 min.

Regreso a la habitación principal de inmediato, uso las tres tarjetas y la puerta se abre a la par. La atravieso y sólo veo que se trata de otro cuarto desde donde se puede distinguir el planeta Tierra.

Puedo ver mi hogar en medio del espacio, algo que la mayoría de los humanos jamás han experimentado, mas hay algo raro, pues desde aquí puedo apreciar todo el planeta. Eso sólo puede significar que estoy alejándome de él, la colonia parece estar yéndose del lugar. Debo de encontrar la salida o hacer que vuelva a la Tierra.

Además de esto, al ver bien mi mundo no puedo distinguir alguna forma de los continentes que vagamente recuerdo. Es como si ya no existieran, las masas de tierra se ven completamente distintas a mis memorias.

«¿Qué significa eso? ¿Es está la Tierra?»

El piso de la habitación está completamente destruido y se puede salir al exterior por aquí. Obviamente el campo magnético impide que yo sea succionada.

Al poco tiempo noto que, desde este hueco en el suelo, entran pequeños rayos de luz. Da la impresión de que algo pasa allá abajo, posiblemente había un elevador. Es obvio que debo bajar, por lo que salto para averiguar qué pasa afuera.

Mi sorpresa al salir del cuarto es indescriptible, todo el lugar alrededor de la estación MHN-001 está iluminada por seis hermosos colores del arcoíris: desde el rojo hasta el morado, con excepción del naranja. Por doquier se ven hermosas figuras parecidas a dragones hechos de luz pura, estos se pasean en el espacio exterior, vuelan por doquier y juguetean alegremente, así como grandes estrellas fugaces bañadas en luz de colores caen por todos lados.

Aquellos dragones de colores pasan muy cerca de mí mientras juegan. Trato de tocarlos al yo caer, pero éstos me evitan alegremente. Cada vez que me acerco más a la estación de abajo, más dragones veo y de diferentes formas. Ésta es una experiencia única, un espectáculo imposible de imaginar que exista aquí en el espacio. Creo jamás haber visto algo así en mi pasado.

Pronto consigo llegar hasta abajo, veo cómo varias luces se acercan a mí y se reúnen por encima de mi cabeza. Aquellas se combinaron en una sola y dejan surgir una maravillosa figura: un gran dragón hecho de luz, el cual brilla despidiendo los siete colores que componen el arcoíris. Sus alas tienen grandes plumas, al igual que al final de su cola; posee largos bigotes que sobrepasaban el tamaño de su cuerpo, cuyo aspecto es esbelto. De su cabeza sobresalen dos cuernos y su cuello es un tanto largo, su mandíbula es afilada y grande, tiene garras aguzadas. Aquel ser vuela majestuosamente por encima de mí a una distancia no muy retirada.

Al hacer acto de presencia aquel dragón de luz se contrae y después pega un gran rugido, al mismo tiempo que se estira. Él voltea a verme y recuerdo aquellas palabras de Herald y Anne. Los dragones realmente existen y tengo uno justo enfrente a mí. Al parecer uno muy parecido a aquella estatua que vi en la cima de la torre.

—¿Quién osa presentarse en este lugar? —Preguntó el dragón audazmente. Su voz es profunda, grave y llena de ecos, me parece que es un «él».

—Yo, aunque no sé si te refieres a la estación o al sitio en el espacio. —Fui cautelosa en mi predispuesta contestación, no quería sonar grosera, porque podía costarme la vida a cómo me di cuenta de la pesada presencia que este ser trajo en el momento de aparecer.

—¿Quién eres, mujer de cabello de fuego? —Miro fijamente a esta figura de luz sorprendida y sin labia para poder responder, sólo balbuceo inútilmente ante la interrogante—. Estás muy cerca de uno de los territorios más importantes de los dragones. Lo extraño es que no pareces tener idea de ello. Debe ser un capricho del destino que te encuentre aquí —esta entidad se porta de una manera educada y va directo al grano, no tiene miedo de explicar sus posibles secretos. Está convencido totalmente de su poder y presencia en comparación a la mía.

—No sé quién soy… Lo siento si me encuentro en un terreno de los dragones. Estoy en busca de Herald, quien pilota y dirige esta arca espacial. Sé que es un amigo mío y espero encontrarle para que me ayude a recordar todo sobre mí. Tan sólo eso, no tengo intenciones de invadir ni nada por el estilo. Siento ser inoportuna —me dirigí al dragón lentamente, pues parece estar molesto de buenas a primeras. Aunque difícilmente me puedo imaginar a un dragón feliz.

—Sé cuál es tu destino, mujer. Debes seguir buscando a los miembros de aquella elite olvidada. En la habitación que está a nuestros pies se encuentra tu camino a seguir. Puedes entrar por aquel agujero detrás tuyo. Yo estaré observándote y, cuando sea necesario, apareceré frente a ti una vez más —un círculo mágico aparece debajo de esta criatura, y junto con él, desaparece ante mis ojos en un parpadeo. Sus palabras me hicieron sentir como si me estuviera hablando un anciano: eran sabias y calmadas.

Aquel circulo que invocó era exactamente igual al de Priitsu, pero de color anaranjado. Posiblemente tengan algún parentesco o usen el mismo tipo de magia.

Entro a aquella habitación donde se supone que está mi viejo amigo, sin embargo, ésta se encuentra vacía. Desde que llegué siento una sensación de soledad, como si llevara rato deshabitada.

Desde aquí puedo hacer que la MHN-001 aterrice en la Tierra, ya que estoy en la sala de control, donde están las computadoras y controles que dirigen el arca. Por desgracia no sé cómo manejarla, por lo cual mejor busco información en una de las computadoras y encuentro un archivo con el mapa de lugar, el cual indica que cerca hay una estación con un puerto que posee pequeñas naves hechas para ser pilotadas por una sola persona. Éstas tienen la capacidad y el combustible suficiente para regresar a la Tierra sin problemas.

Memorizo el mapa e intento salir por donde entré. Para mi mala suerte una puerta de acero cierra la entrada justo cuando estuve a punto de salir. Alguien se encuentra aquí dentro conmigo, pero no había notado su presencia. A mi costado aparece de la nada una capa idéntica a la de Herald. De ella emerge el ciborg, mismo que de inmediato intenta cortarme con un sable de acero negro. Logro cubrirme con mi propia espada del ataque, pero me pudo lanzar lejos gracias a la fuerza del golpe.

Por fin se ha revelado, y cómo lo temí desde que me atacó, sus ojos son de color azul eléctrico. Herald también ha sido asesinado por el piromante azul encapuchado.

Su apariencia es idéntica a la que recuerdo: su cuerpo está cubierto por diversas construcciones de acero; posee cuatros sables, dos negros en cada mano y otro par claro en sus tobillos; tiene una larga capa que cae por detrás de sus hombros hasta llegar al suelo; es totalmente calvo, con placas metálicas alrededor de su cráneo y sobre su boca, sobrepuesto un lente verde en su ojo izquierdo.

«El ingeniero era muy hábil. Su poder y agilidad son completamente alucinantes, sobrehumanas. Vencer a este clon no va ser nada sencillo».

Inmediatamente me dirijo a él y éste corre mucho más rápido hacia mí, me da una patada en el vientre, seguido de un gran golpe de su codo en mi estómago que me arroja lejos, aunque al final logro incorporarme para caer de pie.

Cargo en mi mano una llamarada púrpura, a la par que mi enemigo viene. Cuando él está lo suficientemente cerca, lanzo mi ataque, no obstante, el clon sujeta su capa con uno de sus brazos, luego se envuelve en ella hasta que se consume a sí mismo en un ciclo de giro, lo que lo hace desaparecer justo enfrente de mí con la prenda. La llamarada pasa de largo y choca contra la pared que tengo enfrente.

Rápido, aún impresionada por lo sucedido, veo a Herald volver al acto, justo donde había desaparecido, e intenta hacerme añicos usando sus cuatro sables. Al darme cuenta de sus intenciones, me arrojo hacia atrás para esquivar este ataque, y en el aire giro mi cuerpo para caer boca abajo. Ya en el suelo me empujo con mis brazos, logro pararme y lanzo otra poderosa llamarada a Herald, misma que da en el blanco.

El clon sale volando al recibir el fuego de frente y cae de pie, como si nada le hubiera ocurrido. Éste guarda sus espadas y cruza sus brazos delante su pecho, mientras se cubre con la capa. Cuando Herald extiende sus extremidades y abre su capa, noto que su dorso se ha convertido en una especie de cañón, el cual me dispara un poderoso rayo.

Salto rápidamente y logro a duras penas esquivar el golpe. Malamente el láser toca la pared y causa una explosión que me alcanza, hiere y lanza contra el clon. Me incorporo como me es posible y ágilmente respondo con mi espada hacia el desgraciado que intenta matarme, pues el impulso me ha acercado lo suficiente para poder intentar rebanar al ciborg.

Herald detiene mi asalto con sus sables y trata arrojarme con una patada más. Fue ágil, mas no lo suficiente, ya que logro esquivarlo, le regreso lo merecido al clon con una llamarada púrpura. Sin duda alguna el daño que recibió fue fuerte, aunque yo me encuentro por milagro en pie, veo firmemente cómo aquel clon se tambalea enfrente de mí después de haber recibido la agresión.

Las heridas del ingeniero son superficiales, tengo que darle un buen golpe si quiero ganarle, algo de lo que estoy segura no será sencillo. Sé que Herald tiene un punto débil, desgraciadamente mi memoria está en sus peores momentos, no sé qué era. Mis manos y piernas tiemblan, mi respiración se vuelve más agitada por el cansancio. Recordar algo es vital ahora.

Me concentro en el pasado lo más que puedo, sé perfectamente que en mi mente está la clave para vencer a Herald. Los recuerdos fluyen a través de mí como una suave corriente de agua, regresan a mí la fuerza para seguir peleando.

Hace mucho Herald estaba creando la capa que atravesaría las dimensiones. Dicho objeto sería empleado para evadir poderosos ataques. Al enterarme de esto lo fui a visitar hasta su taller para ver cómo iba. Me interesaba mucho aquel proyecto.

—¿Cómo vas con la dichosa capa? —Pregunté al verlo trabajando en su taller. Esto lo distrajo un poco y se detuvo para responderme, se recargo en la mesa que tenía enfrente, arqueó una ceja y entrecerró sus ojos como siempre.

—Bien, me ha tomado algo de tiempo deducir cómo voy a entrar en una de las otras seis dimensiones que existen, pero ya me es más claro. Aunque hasta ahora sólo sé que no quiero llegar ni a la de luz y mucho menos a la de oscuridad —Herald me respondió con un tono bastante falto de entusiasmo.

Como de costumbre, él estaba bien concentrado en su labor, hasta que yo aparecí. Se podía fácilmente notar esto último por todo lo que había sobre aquella mesa donde él trabajaba. En ella logré ver planos de lo que parecían nanobots para la construcción de la capa. Además, ahora me doy cuenta que Herald sabía sobre la existencia de las dimensiones de luz y oscuridad.

—Entonces… ¿Qué dimensión te gustaría tocar con esa capa? O más bien, ¿qué otras dimensiones hay? —Pregunté con mucha curiosidad, pues recuerdo que deseaba saber más sobre dichos lugares.

Parece que yo también ya tenía en cuenta que existen las dimensiones que atravesé, aunque no estoy segura si las visité en el pasado. Creo que no, al menos no llegué tan fácil cómo lo he estado haciendo ahora. En aquel entonces sólo quería escuchar la explicación del experto, me gustaba molestar a Herald hasta el punto que tenía que dejar de trabajar para que yo entendiera su labor.

—Verás… existen siete dimensiones, la nuestra está en medio de todas ellas, las cuales son: la dimensión del tiempo, del espacio, la opuesta, de la luz, de la oscuridad y de la creación. Cada una sirve como un soporte de la que habitamos, excepto la última, donde habitan únicamente seres divinos — su explicación fue muy interesante, pero corta. Al poco tiempo, su atención hacia mí se volvió menor, pues siguió construyendo sus planos. A su vez, seguía contestando a mis preguntas.

—¿Seres divinos? ¿Acaso es el paraíso? —Cuando dije esto, Herald se detuvo una vez más y me vio desconcertado.

—¡Claro qué no! El infierno y el paraíso no están en otra dimensión, sino en otro lugar. Yo quisiera entrar a la dimensión del tiempo o del espacio, porque la opuesta es donde se encuentra cierto piromante azul que hace mucho no vemos —las palabras de Herald sonaron calmadas, pero eran impacientes. Se notaba que no deseaba seguir entreteniéndose conmigo, por lo que, de manera algo grosera, respondió mi pregunta, lo cual me molestó.

Recordé que hace tiempo hubo un piromante azul al que enviamos a la dimensión opuesta. Existen probabilidades de que haya regresado para vengarse y es a quién he estado buscando.

—Ese sujeto jamás volverá. Bueno, no en poco tiempo, al menos. ¿Por qué no entras en la de la creación? —Dije eso con un tono muy argüendero. Sujetaba uno de los instrumentos de este antipático hombre que estaba sobre otra mesa, cerca de la que él estaba usando.

—Porque es un lugar prohibido. ¿No escuchaste? Sólo dos entidades divinas pueden ir ahí —eso me lo dijo ya notablemente molesto, me arrebató bruscamente la herramienta que tomé y empezó a emplearla–. Realmente espero esto funcione —después de todo esto, extendió la capa para que ambos la visualizáramos. Era muy hermosa, adornaría bien a Herald y así lo hace.

Hubo una gran temporada donde lo vi con esa prenda, presenciaba su enorme poder al ser empleada de manera correcta por el ingeniero que la creó.

Lanzo un ataque al ingeniero, y tan pronto trata de usar su capa, utilizo mi llamarada para impulsarme hacia él y así conseguir ser envuelta por su prenda. Con ello, entro junto con el clon de Herald a la dimensión del espacio.

Nos encontramos flotando en un oscuro panorama. Veo cómo va extendiéndose por doquier una suave y tenue luz magenta que cubre todo a la distancia, todo rodeado de unas extrañas nubes rosadas, que son lo que se conoce cómo: «acumulaciones de espacio».

Sin pensarlo más ataco al clon con toda mi fuerza y éste se defiende, mientras ensordecedores truenos resuenan. Él me lanza una vez más el láser desde su cuerpo e intenta escapar usando la capa, pero yo me impulso con mi fuego nuevamente y lo atrapo en medio de la acción. Es así cómo nos fuimos, casi inmediatamente después de entrar.

Al regresar el clon cae en el suelo derrotado, conmigo estando arriba de él, sentada en su cadera con mis rodillas al suelo y mi espada sostenida en mis manos, la cual se encuentra enterrada en el pecho del clon.

El farsante empieza a arder en llamas azules. Al darme cuenta doy un salto para que aquel fuego no me lastime. El clon arde y deja entre las cenizas unas botas de color rojo con la suela morada. Un regalo que seguramente Herald creó para mí.

Si toco aquel par de calzado seguramente los recuerdos de mi amigo llegarán a mí, de lo que pasó antes que yo llegara.

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