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El reino del fuego

Decimo Recuerdo: Pasión

358 7 min.

Ya una vez que veo el objeto que el clon me dejó, caigo al suelo agotada y busco dentro de la capa invisible uno de los frutos que guardé para comerlo, mientras pienso en todo lo sucedido.

No obstante, mi tranquilidad es trozada por una alarma que activa sirenas en los techos de la MHN-001, las cuales se encienden en color rojo a la par que una voz femenina habla.

—¡Alerta, dentro de diez minutos la colonia especial MHN-001 colisionará contra el sol, evacuar todas las unidades inmediatamente! ¡Esto no es un simulacro, repito, esto no es un simulacro! —repetía una y otra vez la voz.

«¿El sol? Eso es imposible, estábamos a poca distancia de la Tierra. Tengo que encontrar la manera de salir pronto, o creo que mi viaje acabará aquí».

Gracias a la luz roja de la alerta pude recordar una vez que fui con mis amigos cercanos a un bello lugar cubierto por la nieve llamado «el valle plateado». En estos recuerdos veo a mi amigo Ken.

Ken es un hombre apuesto, alto, de ojos color rojo y cabello negro acentuado con un fleco carmesí despeinado. Él siempre cargaba un semblante de molestia y amargura. Comúnmente lo podías encontrar solo en alguna parte de la sede de nuestra organización escuchando música en silencio.

Nuestro pequeño «metalero» no sólo era un gran amigo y un poderoso miembro de elite, sino también el novio de mi amiga Kantry. Ambos se conocieron por mí y se enamoraron perdidamente. Me es grato tener algo tan bello de vuelta en mi memoria.

«El piromante azul. Ese bastardo me las va a pagar cuando lo encuentre», lucubro con temor a morir en el inhóspito espacio exterior. Obviamente él aceleró la nave para que chocara contra el sol, a pesar de venir a bordo. Tal vez no pensó las consecuencias de ello.

Antes de intentar tomar las botas de que me dejó Herald y volar en mil pedazos alguna pared cercana con mi piromancia, un símbolo de luz naranja aparece enfrente de mí, de donde emerge aquel dragón arcoíris que conocí hace poco. Él toma el calzado rojizo impidiendo a último momento que yo lo obtenga.

—Me parece que no es tiempo de que poseas esto —explica el ente luminoso y desaparece las botas de mi vista, cuya acción hace que me enfade—. Mujer, hoy me he divertido viendo tu combate, y cómo regalo, te ayudaré a salir de este lugar. Afuera el espacio está repleto de una poderosa radiación que ningún mortal podría resistir; por lo tanto, te prestaré un poco de mi poder para que puedas surcar en el exterior. Así podrás encontrar una manera de escapar sin mi ayuda. Cuando lo hagas, te regresaré el regalo de Herald. ¡Rápido, el tiempo se agota! —Después de la explicación el dragón crea siete esferas de luz que entran en mi cuerpo. Al hacerlo todo mi ser empieza a brillar con luces de los mismos colores del poderoso ente luminoso. Mis energías son restauradas y percibo una gran fuerza dentro de mí. Siento que puedo hacerlo todo.

—Perfecto. Estoy lista para irme de aquí. ¡Andando! —Una vez dicho esto, salto hacia el techo y lo atravieso con gran facilidad.

Sin problema vuelo a gran velocidad únicamente usando el impulso del deseo. Desde afuera distingo lo que vi en el mapa antes, así que encuentro el «puerto» con las naves que pensaba usar.

Acelero y atravieso la corteza de la nave hasta adentrarme a mi destino. El dragón multicolor me sigue en cada momento, no parece querer perderse lo que me pueda suceder.

Al arribar encuentro dos naves de escape personales, las cuales se encuentran posadas frente una salida de la estación, cerrada por una gran compuerta; sin embargo, cuando me acerco a estos, en una nave vi a alguien que está listo para irse. Se trata de mi presa, el piromante azul. El bastardo usa su piromancia para lanzar una poderosa bala de su fuego sagrado que destruye la compuerta que dirige al exterior y, de la misma forma, impulsa su vehículo para huir.

La radiación entra a la estación y me golpea con fuerza, mas no me hace daño. El vacío succiona todo, ya que el campo electromagnético ha sido dañado gracias al sol. Yo me subo a la otra nave, y una vez adentro, intento encenderla para irme, cuando el dragón se acerca a mí.

—La velocidad natural de esta nave no puede derrotar la fuerza magnética del sol. Tendrás que usar algo más si quieres sobrevivir. Herald construyó estos vehículos para que pudieran ser impulsados por magia. Estoy seguro que sabes a lo que me refiero —me comenta aquel ser majestuoso y comprendo de inmediato.

Cierro mis ojos, pongo ambas manos en el volante y me concentro; sólo pienso en mi fuego púrpura, lo que hace que pueda usarlo para impulsar el vehículo. Cuando mi piromancia me empuja hacia afuera, pierdo los poderes luminosos. La velocidad que tomo es increíble, tanto que mi alrededor se vuelve borroso y confuso. Pierdo rápido el conocimiento poco después.

En mis sueños veo los recuerdos de Herald. Aquellos me mostraron cómo el piromante azul acabó con su vida, sin darme pista de quién se oculta detrás de la oscura capucha que carga.

Despierto nuevamente con dolor de cabeza dentro de la pequeña nave y en medio de la nada, pero puedo ver la Tierra una vez más. Eso me causa tranquilidad. Me recargo en mi asiento, respiro hondo y cierro los ojos aliviada. Me doy cuenta que en mi regazo se encuentran las botas que fueron expulsadas del cuerpo del androide. Se ven cómodas, con menos tacón que mis zapatos. Por ello decido ponérmelas de inmediato y siento un tremendo alivio en mis pies.

Curioseo dentro de la nave y noto que hay unas iniciales marcadas en un costado del asiento: «MO».

—¡Así que ya despertaste! —Fuera de la nave, a través del vidrio que cubre la parte de arriba de ésta, aparece de sorpresa el dragón arcoíris que me ayudó, mientras grita esas palabras muy alegremente. Eso último me hizo pegar un grito del susto y golpearme en la cabeza con el cristal que es el techo de donde estoy— ¡Ja, ja, ja! Lo siento, pero no podía perder la oportunidad. Me alegra que ya te hayas despertado, mujer. Hiciste muy buen trabajo —dijo aquel ser al colocarse enfrente de la nave, mientras «vuela» en el exterior. Yo sigo sobándome la cabeza gracias al golpe.

—Herald también murió a manos del responsable de todos mis problemas: el piromante azul que salió antes que yo de la MHN-001. Y yo lo dejé escapar. Debí perseguirle cuando pude. —Justo al decir eso decepcionada, el dragón se puso cerca de mí para hablarme, sonríe de manera bastante macabra, pegado su rostro en el vidrio de la nave.

—Tienes que atrapar a aquel sujeto. Él es el causante de todo lo que está pasando. También de más desafortunados eventos. Aquel tiene las respuestas a todas tus preguntas, mujer. Es tu destino enfrentártele cara a cara, ¡je, je, je! Sabes, para que veas que soy bueno, te acompañaré hasta que regreses al planeta a salvo. Lo prometo. —Explica el dragón con una voz llena de risas y alegría, bastante perturbadora. Su apoyo me da algo de confianza, aunque aún no deseo moverme hasta la Tierra, pues he pasado por una situación difícil hace poco. Necesito un breve descanso.

Al terminar de decir esto, el dragón vuela hasta ponerse detrás de la nave. Para mi sorpresa, a pocos metros de mí, por enfrente, está la nave del piromante azul, la cual flota sin moverse. Lo más seguro es que le haya pasado lo mismo que experimenté al escapar.

«Conque ahí estás. Ahora sé que debo alcanzar a aquel piromante azul para que me diga qué ha pasado con mis demás camaradas. ¡Chicos, espérenme, voy con ustedes!»

Activo la nave con mi fuego púrpura en favor de alcanzar a mi presa mientras está paralizada. Al acercarme un poco, noto cómo mi objetivo recupera la conciencia y usa su fuego para escapar. Acelero de inmediato sin éxito alguno. El piromante azul es muy veloz, pero no lo suficiente como para que me rinda, pues mi fuego es producido por mi mente, mis pensamientos, mientras que el fuego azul es creado a partir de los espíritus de los muertos y aquí en el espacio estoy segura que no hay muchos, o eso creí, pues no parece agotársele el combustible.

—¿Cómo es posible que pueda usar tanto fuego azul en el espacio? —Pregunté desesperada, siendo sorprendida por el dragón de colores, quien se acerca para poder responderme.

—Hay muchas criaturas que han muerto en el espacio, incluidos humanos. Debo admitirlo, él demuestra su determinación, la fuerza que usa para continuar es la misma que tú utilizas; es la misma clave de tus victorias. Sin ella, no estarías aquí usando tu propia inteligencia cómo motor —el dragón me responde confiadamente volando a mi par, usa las mismas palabras de Marcia, pero de una manera siniestra. Es verdad, yo también poseo eso que me hace seguir, ese sentimiento que me ayuda a no detenerme, a jamás rendirme.

—Esta vez no vas a escapar, maldito —al decir esto me inclino más hacia adelante, tomo el volante con más fuerza y me acerco al maldito piromante.

—¡Ja, ja, ja! ¡Sigue así, mujer! ¡Tú puedes alcanzarlo! —Grita el dragón emocionado mientras entramos a la atmosfera del planeta. La nave se calienta al precipitarse contra el suelo, me hace perder el control y me doy cuenta que el vehículo de mi presa comienza a tambalearse.

Después de la turbulencia, pierdo de vista al piromante y me adentro a la atmosfera de la Tierra, lo que le regresa la estabilidad a mi transporte. Cuando surco de picada el cielo, noto que el dragón de luz desapareció.

Salgo del vehículo cuando falta poco para llegar a la superficie y veo cómo mi transporte se estrella contra la tierra haciéndose añicos Yo utilizo el fuego púrpura para bajar la velocidad de mi caída y consigo arribar sana y salva en piso firme.

Estoy en un lugar donde sólo puedo ver volcanes, montañas y lava por doquier, pero al menos, finalmente, me encuentro en la tierra y no en el cielo. Un gran alivio está llenándome lentamente.

«Adiós plataformas flotantes, torres descomunalmente altas y estaciones espaciales. Por fin estoy en a salvo en tierra firme».

De pronto, el dragón arcoíris aparece y se dirige a mí.

—Ha sido un día maravilloso. Sin duda eres única. Espero pronto volver a jugar contigo. Te deseo suerte en tu búsqueda por aquel hombre encapuchado, mujer —agradeció el ser luminoso al volar majestuosamente por enfrente de mí.

—Muchas gracias, dragón. Sin ti estaría muerta. Te debo una —expreso mi agradecimiento con honestidad. Acto seguido, hice una pequeña reverencia, me inclino y coloco mi mano hacia él, luego la deslizo lentamente hacia abajo conjunto a mi cuerpo.

—No hay de qué como para dar las gracias —responde el ente y dirige su mirada a por detrás de mí—. Cerca de aquí está el Templo del Volcán. Esa es propiedad de mi familia. No intentes entrar sin permiso, mujer. Sé que te gustaría conversar conmigo sobre todo lo que te está sucediendo, pero créeme, las respuestas llegarán a ti más pronto de lo que crees. No me necesitas. ¡Suerte! —Después de esa advertencia y aclaración, él se transforma en un haz de luz y se va volando hacia el cielo hasta desaparecer.

Ya terminado ese suceso, veo que la nave de mi presa se encuentra estrellada más delante. Al parecer él empleó fuego azul para que no fuera destruida. La registro en favor de encontrar algún objeto que me ayude con mi búsqueda, y dentro identifico algunas cosas que paso a examinar.

«Como lo pensé, también tiene algunos objetos personales, y aquí están grabadas unas iniciales… “XDA”. ¿Será?».

En ese momento me doy cuenta de cosas importantes, y sobre todo que mi camino para descubrir la verdad de lo que pasó apenas empieza. Aún tengo amigos qué salvar.

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