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El reino del fuego

Decimosexto Recuerdo: Hemofilia

327 9 min.

La mansión es inmensa. Recorro un sin número de habitaciones y pasillos que parecen llevarme a ningún lugar, a la par que me concentro en no salir herida derrotando soldados en el camino.

Después de un tiempo llego a una puerta que posee un tallado barroco en la madera. Al atravesarla noto que la habitación está sin iluminación, hay una enorme ventana por donde se puede apreciar perfectamente la luna llena que posa en el cielo nocturno. Aquel satélite natural, de un instante a otro, se ha vuelto de un color rojo carmesí muy hermoso que brilla intensamente, el cual ilumina la habitación de este matiz.

Se aprecia un espectro luminoso de belleza pura proveniente de la luna roja, sin embargo, también despide un aire macabro y sombrío. El ambiente se torna pesado y da escalofríos.

«¿Qué significa esto?». Entonces recordé que, cuando el piromante disparó poderosas llamas azules hacia aquella mujer, justo en el momento que el chico se interpuso, pude notar que la luna se aprecia al fondo… Ésta era de color carmesí. «Es el mismo color que tenía la luna de ese recuerdo. ¿Quién será aquella mujer y ese muchacho?».

Me acerco a la siguiente puerta. Ésta se encuentra cerrada y puedo escuchar grandes estruendos del otro lado. Tal vez Viorica está combatiendo contra el piromante azul.

Intento tirar la puerta con todo mi poder, pero es imposible, pues magia muy poderosa la protege, por lo que busco otra forma de entrar y noto una fisura oscura hacia la cual brinco consiguiendo adentrarme en las tinieblas del Tenebrarum mundi.

La puerta en esta dimensión no existe, así que pude atravesar a la siguiente habitación sin problema hasta una pluma de luz. Dentro encuentro dos figuras luminosas posadas sobre una especie de enorme comedor. Una está tendida sobre la mesa, como si hubiera sido derrotada.

Aquellas siluetas brillantes son el piromante azul y Viorica. Ambos están en el Catonium y puedo vislumbrarlos incluso a través de las dimensiones, como lo hice antes con aquel sujeto de cabello verde. Desgraciadamente mi compañera es la que yace vencida. Ellos están conversando, mas solamente logro escuchar lo que mi enemigo dice.

—¡Ja, ja, ja! —Una horrida carcajada sale de la boca del encapuchado, mientras su cuerpo parece retorcerse de un nauseabundo placer en el momento—. De nuevo, buen intento, Viorica, pero no lo suficiente para acabar conmigo. Adiós, salúdame a tus compañeros…—La voz del piromante suena diferente, como la de un hombre loco, sin duda. Por fin ha mostrado su verdadero yo.

Después de esa burla éste lanza hacia Viorica una llamarada azul. Ésta alcanza a mi compañera, explota y manda a volar a la vampiresa hasta que cae en la mesa, sin vida. El piromante, al ver que ha ganado, absorbe el fuego azul que queda suspendido por encima del cuerpo de su victima y comienza a escapar.

Inmediatamente busco una forma de regresar al Catonium y encuentro una fisura justo por encima de la mesa, casi al ras del techo. Salto hacia el portal lo más rápido que puedo, pero cuando lo alcanzo y accedo a la escena, ya no hay nadie.

Caigo sobre la mesa y busco el cuerpo de mi amiga o al piromante; mas no los encontré, se han desvanecido. No obstante, noto que hay dos grandes cuadros colocados al lado del comedor. Estas son pinturas de dos personas: la mujer pelirroja y el chico peliverde de mis recuerdos.

«¿Acaso Viorica los conocía? ¿Cuál era su relación con ellos? ¿Tan importantes son para ella que merecen este reconocimiento?». Todas esas preguntas ya no pueden ser respondidas por ella.

Esta vez el piromante azul no dejó un clon detrás, significa que puedo seguirlo directamente. Cuando me encamino para salir de aquí, me da la impresión de que alguien me está atacando. Salto para esquivar y veo caer a mi costado una lanza hecha de sangre. Al tocar el suelo volteo solo para notar a Viorica parada detrás, sobre la mesa; más bien, a su clon de llamas azules.

Su forma de vestir es muy distinta a cómo recuerdo, pues ahora luce un enorme vestido de color rojo oscuro un tanto victoriano manchado de sangre por la parte de enfrente, desde su cuello hasta parte del estómago.

—¿Qué rayos? ¿En qué momento? —Pregunté a mi enemigo, sin embargo, ella me ignora y me lanza cientos de disparos hechos de sangre, los cuales destruyen todo a su paso.

Esquivo la agresión hasta que el clon crea dos alas de sangre y vuela por la habitación. Desde arriba me arroja tres extrañas hienas sanguíneas, las cuales se azotan frente a mí, para luego ponerse de pie en favor a atacarme. Fácilmente las derribo con mi espada y salto hacia el clon.

Cuando estoy a punto de dar mi primer golpe el enemigo crea una lanza de sangre y la arroja hacia mí. Pronto hice hacia atrás mi cuerpo para esquivar el ataque al dar una pirueta y sin tener más impuso para llegar al clon desciendo sobre el comedor en donde me esperan más hienas. Me deshago de dichas pestes evadiendo más balas de sangre que vienen desde el techo, para luego transformarme en zorro en favor de intentar salir ilesa, pero el ataque logra golpearme en una pierna.

Caigo al suelo lastimada en forma humana, y cuando miro hacia mi rival, ésta se encuentra preparando otra agresión. Esquivar ya no será tan sencillo y mi enemigo lo sabe.

Cuando aquella dispara uso la espada y mis poderes psíquicos para alejar estas balas tanto como puedo, luego me incorporo e intento llegar hasta Viorica, sin embargo, ella vuela hacia el otro lado de la habitación, pero más bajo qué antes. Una vez ahí la vampiresa crea dos lanzas que arroja contra mí. A duras penas las esquivo y me tiro al piso lastimando mi cuerpo. Aun así, me reincorporo y avanzo con todas mis fuerzas hacia ella. Salto y logro conectar un corte en el dorso del clon, desgraciadamente le hice poco daño.

—Veo que no serás un oponente fácil. Verás que, al poco tiempo, esta espada va a atravesarte —le dije a aquel imitador con la esperanza de que me respondiera, y para mi sorpresa, lo hizo.

—Tan fanfarrona como siempre. No creas que saldrás viva de ésta —me respondió el clon lleno de confianza. Yo permanecí helada ante esto y al poco tiempo ella me dispara grandes cantidades de sangre. Reacciono y le lanzo una llamarada púrpura que choca contra su ataque, misma que hace estallar a ambos proyectiles. Una vez lejos de Viorica, gracias al choque de nuestras técnicas, corro hasta quedar debajo de ella, quien me arroja cuatro hienas para atacarme. Uso flechas para matarlas, a la par que llueven demasiadas balas y escucha la risa de Viorica que se transforma en ruidosas carcajadas.

Llego hasta mi enemigo sosteniéndola con mis poderes psíquicos para quedar de frente.

—Lo siento, éste es el fin —revelé a Viorica cuando estuve a punto de matarla apretándola fuertemente con mis habilidades mentales, pues estaba resistiéndose.

—Harder, daddy! —Expresó la mujer con la lengua de fuera, sonrojada.

—¿Qué? —Expreso apenada y el clon crea miles de balas que me fueron disparadas; confundida, fabriqué una barrera psíquica frente a mí, mas fui abatida por el ataque hasta caer al suelo. Aquello consigue que mi enemigo se libere y así pueda seguir en el aire, a la par que forma varias lanzas a su alrededor.

—Aun sigues siendo una tonta virgen, mujer —Me insultó mi enemigo y me arroja múltiples ataques sin cesar. Yo evado todo hasta quedar cerca de ella, quien crea otra lanza para interceptar mi ataque con la espada, todo para empujarme con ésta de un sólo movimiento. Al caer, Viorica me arroja su arma en manos deteniéndola yo con mi espada, sin poder evitar que me azote contra el suelo aparatosamente.

De inmediato las alas de la mujer se vuelven estacas. Genero una barrera psíquica que resiste el atropello de las numerosas trancas que me presionan desde el aire, mas mi defensa se rompe y recibo el ataque directamente. Al suceder aquello, escucho un clamor de victoria.

—¡Ja, ja, ja! Has muerto, finalmente gané —aclamó Viorica con gran júbilo, pero en realidad usé mi propio poder para seguir cubriéndome, sólo que la barrera psíquica es de un espacio reducido a la forma de mi cuerpo, cosa que la vuelve más resistente.

Utilizo todo mi poder de piromante abriéndome camino entre las estacas de sangre gracias al fuego purpura, misma fuerza que las destruye y dejan detrás un gran destello.

Una explosión es efectuada y detrás de aquella me levanto ante mi enemigo empuñando mi espada.

—Lo siento, pero esto no acaba hasta que yo lo dicté—dije altaneramente y el clon me arroja un sin número de diversos ataques hechos con su sangre.

Me transformo en zorro resistiendo el dolor de mi pierna, brinco hacia Viorica entre todo el desastre creado por ella. El clon que me responde formando de su mano una horda de hienas, las cuales me arroja. Para lograr subir hasta allá, salto sobre el lomo de cada una de las bestias rojas al evadir sus agresiones.

Una vez enfrente de Viorica, corto mi mano con mi espada y lanzo sangre de la herida a su rostro. Al tocar el líquido la piel de la mujer cerca de su nariz, sus ojos se ponen en blanco, llenándola de un éxtasis sin igual. En aquel momento vuelvo a transformarme y atravieso con mi espada el pecho del clon, cosa que deshace una lanza de sangré que Viorica construyó antes de ser sorprendida por mi pequeña estrategia. El clon sonríe, noto que su expresión es muy cálida. Entonces mi enemigo estalla en llamas azules, las cuales pronto se desvanecen en el aire junto a toda la sangre que hay cerca.

No me había dado cuenta, por algunos instantes vi el clon como si fuera mi amiga. Sentí que realmente combatí contra Viorica en los últimos momentos del encuentro.

Me dejo caer sin oponer resistencia, mi cuerpo se azota de espaldas sobre la mesa, a la par que ceniza azul desciende lentamente, mecida por el aire. Esta vez el cuerpo del clon no dejó caer nada. Al parecer Viorica no tenía algún objeto preparado para mí, aunque no fue necesario para que yo pudiera ver qué pasó.

Acostada sobre el comedor de la vampiresa, miro el cuadro de aquella mujer pelirroja. La memoria de Viorica llega a mí casi instantáneamente por alguna extraña razón, como lo hizo la de Ken.

Sabía que vendrías. Pude detectar tu hedor desde lejos. Esa sangre virgen que sigue en ti es inconfundible. No te preocupes, mi intención no fue emboscarte, sino recibirte y hablar de lo sucedido, alertar a los reinos y miembros de la elite sobre tu regreso, pero cuando sentí tu olor, uno más llegó a mí. Uno de un maldito piromante azul.

Hace mucho que no olía esa peste. Ellos tienen una sangre corrompida. Junto a la inmortalidad, generan un olor desagradable, porque la pureza ha escapado de su sistema de muchas maneras y miles de veces, lo que amarga el suave sabor del líquido vital.

Por ello esperé a que llegara el monstruo hasta mis aposentos. Yo permanecí tranquila, con toda la paciencia que pude encontrar en mí, aun sabiendo lo cerca que estaba.

De repente el piromante derrumbó la puerta del comedor, donde yo me encontraba sentada, a un extremo de éste. Él entró usando una extraña magia para colocar la puerta en su lugar, sellándola. Yo no me moví. Tenía ambas manos sobre la mesa y le sonreí sin despegarle mi vista.

—Por favor, siéntate —lo invité a acompañarme. El piromante tomó asiento al otro extremo, delante mío—. ¿Por qué estás haciendo esto? Buscas vengarte, ¿no es así? —Pregunté a mi oponente de forma tranquila mientras agarraba una copa y bebía delicadamente un poco de su contenido. Vi la cara del hombre fijamente, él sólo sonrió y contestó.

—Así es. Ustedes me encerraron, me dejaron olvidado. Estaba tan frustrado… No podía creer que me hubieran traicionado de esa manera. Así que, estando allá, decidí acabar con todos ustedes y su preciado mundo. Así de simple —contestó el encapuchado. Poco después terminé de beber, me limpié con una servilleta y suspiré profundamente.

—No tienes por qué hacer esto. Ella pronto estará aquí y podremos resolverlo —le comenté tranquilamente. Mas él se paró y me apuntó con su mano. Una llama azul creció de ésta, provocando que él sonriera.

—No tengas miedo. Ven aquí y pelea —me retó el hombre. Yo solamente sonreí y cerré los ojos de enjundia al escuchar dicha atrocidad.

Luché contra el hombre, hice todo lo posible para derrotarlo, pero el poder de ese piromante oscuro es descomunal. Ni el más hábil sangromante, teniendo en su poder la fuerza de los dragones y las bestias sagradas, podría vencer a este maldito sujeto.

—¿Qué pasa, Viorica? ¿El miedo por fin te ha consumido? ¿Es que acaso ya no puedes seguirme el ritmo? —Preguntó el piromante con una gran sonrisa presunciosa al tenerme en su merced, casi derrotada. ¿A quién quiero engañar? Debí correr mientras pude, no sé porque creí que podría contra él. Tal vez la esperanza de que tú llegaras a salvarme fue lo que no me hizo escapar.

No hay miembro de nuestra elite que pueda contra un piromante azul. Todos los que se enfrenten a un sujeto como él saben cuál será su destino. Sólo conozco a dos lo suficientemente engreídos para creer que pueden ganarle; pero supongo que los demás sólo combatiremos para por fin descansar.

Aun sabiendo lo que piensas de esto, debes saber que estoy agotada. Tengo orgullo, y por eso mismo me dije a mi misma en el momento: “no”.

—¿Qué estoy pensado? Tal vez antes de saber que estás bien, eso sería lo que yo tendría en mente. Querría dejar que todo acabara —dije lo que pensaba en voz alta a la par que me veía las manos. Esto hizo que el piromante riera levemente—. Pero ahora que sé que estás con vida, ya no hay razón para que tema. Sé que estarás aquí en cualquier momento. Sé que hay esperanzas. ¡Mi destino es vencerte, piromante! —Después de aclarar eso, me lancé contra el enemigo, pero de la nada varios espectros surgieron del suelo y me sujetaron.

—¿Qué son ellos? ¿Espectros de las llamas azules? ¿Cómo lograste aprender esto? —Pregunté al piromante, quien se acercó a mí y me apuntó con su mano.

—¡Ja, ja, ja! Buen intento, Viorica, pero no lo suficiente para acabar conmigo. Adiós, salúdame a tus compañeros—Al terminar él arrojó una gran llamarada hacia mí. Al verla supe que iba a morir, y por un instante vi a todos nuestros compañeros junto a mí. También te vi a ti, amiga, y a Razvan, quien me sonreía suavemente viéndome con sus ojos rojos.

No quería morir, no podía permitírmelo, así que eché un violento grito, al mismo tiempo que la luna se volvió carmesí, lo que acabó con nuestro encuentro de una atroz manera.

Tal vez nunca tuve la suficiente fuerza para enfrentar un destino así de violento, pero sé que tú puedes. Deposito mis esperanzas en ti, amiga. Logra vencer al piromante, la furia lo ha cegado y esa es tu arma para poder derrotarlo. Debes descubrir quién es, sí no lo logras, entonces te vencerá. Recuerda que tú misma dijiste que el arma más poderosa de la humanidad es la verdad.

La muerte de mis compañeros es una horrible estaca en mi corazón. Es indescriptible el dolor que siento en este preciso momento. No he podido hacer nada para detener al piromante, y lo que es peor aún, tengo miedo que éste me termine matando como a los demás si lo llego a alcanzar.

«Entonces… ¿Qué debería hacer?».

Miro la puerta que usó aquel hombre para escapar. Me levanto y camino hacia ella. Una vez de frente, tomo la perilla y siento un horrible escalofrío que sube hasta mi cabeza. El miedo de morir está cerca acariciándome la piel con un toque gélido y susurrándome temor en mi corazón.

Cierro mis ojos, respiro hondo y giro la perilla para entrar a la siguiente habitación, al mismo tiempo que veo en mi mente la última imagen del piromante en los recuerdos de Viorica, pues ella pudo notar que el ojo izquierdo del encapuchado es de color amarillo.

La habitación contigua está repleta de máquinas con pantallas que muestran lo que ven las cámaras de seguridad de la base, controladas por computadoras. Las paredes son de acero y el piso de azulejo blanco. Me encuentro en el centro de mando de la base militar, y no estoy sola.

Me hallo a un huésped inesperado: el chico de cabello verde está enfrente mío dándome la espalda. Evidentemente ya es tiempo de enfrentarlo y acabar con mis dudas.

«Debo preguntárselo… ¿Por qué se encuentra en mis recuerdos? ¿Por qué Viorica tiene un cuadro de él en su comedor? ¿Por qué siento este hueco en mi pecho al verlo?».

Pronto lo sabré.

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