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El reino del fuego

Decimoséptimo Recuerdo: Humanos

318 11 min.

—Aquí tampoco se encuentra. A todo esto… ¿Qué rayos está pasando? Siento que no llego a ningún lado. Percibo desde hace rato la presencia de alguien muy poderoso, pero no tengo idea de dónde proviene dicho poder —dice el chico peliverde desconcertado al darme la espalda.

—Tal vez te refieras a mí —contesto altanera para llamar su atención. Rápidamente él voltea y me ve con sus hermosos ojos dorados, no había notado aquel detalle, lo cual me trajo recuerdos.

Estaba lloviendo, era una noche fría. Yo me encontraba en la escuela secundaria, sentada en una banca debajo de un tejado de aluminio curvo esperando a que una persona conocida y amable pasara para que me llevara bajo su paraguas. Yo estaba aburrida escuchando cómo la lluvia golpeaba el metal del tejado que me cubría, además de ver los enormes charcos que se formaban por el aguacero y las desconocidas caras de otros alumnos junto a sus padres que me pasaban de largo.

Ya había pasado hora y media, y aún nadie se presentaba. Empecé a creer que lo mejor sería correr, con suerte mis pertenencias no se mojarían al ir rápido; pero entonces llegó una chica con grandes botas negras que usaba lentes circulares de armazón muy sencillo; sus ojos eran cafés claros, su piel pálida y traía con ella un paraguas oscuro.

—Disculpa, pero te vi aquí sentada hace rato, y ahora que vuelvo a pasar sigues aquí. ¿Quieres que te dé un «aventón» a tu casa? —Me preguntó la misteriosa chica con voz amable encorvando sus labios hacia arriba y entrecerrando sus grandes ojos. Poco después le sonreí levemente y respondí con mi cabeza afirmativamente.

—Mi nombre es Iris, mucho gusto —dijo alegremente al poco tiempo. Ella me extendió su mano y yo le di la mía para presentarme, sin embargo, no escuché mi nombre—. Ha sido un día muy pesado. Yo tengo poco desde que me he mudado aquí, antes vivía en el sur del país, cerca de una costa. Allá las lluvias son algo muy común por la selva tropical, me impresionó que mi primer mes aquí hubiera precipitaciones —continuó Iris con la conversación. Su voz era cálida y honesta, pude ver que se trataba de una buena persona, además no me superaba por mucho de edad.

—En este estado el clima es impredecible, no te alarmes por una pequeña lluvia. Aunque se inunde demasiado todo, mañana seguro habrá sol —respondí en tono de decepción tras un suspiro, con mi cara bastante relajada y aburrida. Ella sólo me sonrió levemente y comenzó a reír—. ¿Qué es tan gracioso? No me crees, ¿no es así? —Pregunté con algo de alegría y entonces ella respiró un poco para calmar su buen humor que, hasta cierto punto, me frustraba.

—Esta lluvia no se detendrá en varios días. Es una tormenta bastante poderosa. No siempre creas lo que dicen en la televisión —aclaró Iris amablemente. Después de eso llegamos a mi casa, agradecí que me ayudara y entonces me hizo una propuesta—. Mañana pasaré por ti sí la lluvia continua, ¿de acuerdo? —Me sugirió al momento que la despedí, mientras yo caminaba hacia la puerta de mi hogar. Volteé y ella estaba sonriendo en medio de la lluvia, muy confiada de sus palabras. Yo sólo puse cara de incredulidad y asentí.

Al día siguiente desperté como siempre. Primero bajé a desayunar, luego me di una ducha, hice algunos quehaceres de mi hogar, me arreglé para ir a estudiar a la escuela y comí mi almuerzo. Al salir miré el cielo y estaba totalmente despejado, no había una sola nube alrededor; guardé el paraguas que pensaba llevarme y empaqué mis libros. Después de preparar los últimos detalles de mi cabello frente al espejo, salí hacia la secundaria; el sol era increíblemente fuerte y los pronósticos no dieron alerta de lluvia. Esa tal Iris definitivamente se había equivocado.

El día fue común, las clases normales y todos llevaron sus paraguas por si acaso, igual me preguntaron por el mío, pero yo les aseguraba que no habría lluvia. Qué equivocada estaba.

En el receso empezó a nublarse repentinamente, y cuando por fin sonó la campana de salida, llovió a cantaros, casi el doble que el día anterior.

Después de esperar diez minutos en la misma banca, bajo el tejado de aluminio, por fin Iris llegó al portón de la secundaria, donde la vi esperándome tranquilamente con una leve sonrisa.

—¿Nos vamos? —Me preguntó ella con una mirada de presumida. Me paré y caminé hacia ella sin decir nada. Al poco tiempo de andar a su lado, creí que sería el momento de conversar un poco sobre nosotras u otras cosas personales, por lo que inicie la plática.

—¿Cómo supiste que la lluvia regresaría hoy? No había forma de predecir dicho acontecimiento, o ¿sólo lo dijiste al azar y esperaste a que sucediera? —Le pregunté a Iris cautelosamente sin sonar grosera. Ella nuevamente empezó a reír–. ¡Deja de hacer eso, me molesta! —Le exigí ya con un tono más fuerte, pero con voz tenue. Entonces la chica se tranquilizó y se disculpó.

—Lo siento, pero es que me parece muy gracioso que no lo hayas notado o que estés intentando fingir que no sabes qué pasa —respondió Iris con una mirada pícara. Cuando ella vio mi cara desconcertada, inmediatamente su expresión se volvió seria, sonrió levemente una vez más y me explicó alegremente—. Tú y yo no somos muy diferentes. Ambas nacimos con una habilidad especial, puedo sentirlo con sólo verte —aclaró la misteriosa chica. Después de eso no pude evitar sentirme acosada y asustada al mismo tiempo, ella seguía ahí caminando a mi lado sonriendo cómo si fuera la cosa más normal del mundo. Yo estaba ya bastante incomoda.

—Entonces… tú puedes predecir el estado del clima, o ¿acaso tienes el poder de alterarlo? —Pregunté cautelosa e Iris se rio de vuelta, lo que me fastidió levemente. Ella no esperó para responder.

—Ninguna de las dos, pero puedo sentir cómo la fuerza de una bestia sagrada palpita. «Su grito se expande por los cielos y provoca grandes nubes de lluvia que alivian la tierra brindándole vida y refrescamiento. Ésta nutre a las plantas y llena los ríos, aquel que extendió los enormes mares y lagos para darle hogar a aquellos que lo aclaman, hijos de su hermano» —citó Iris de manera segura. Sus palabras fueron recitadas como si fueran sagradas. ¿Una leyenda o mito era acaso lo que me describía? Yo en ese momento no tenía idea alguna, pero parecía algún tipo de cuento popular que desconocí en el momento, por lo cual me sentí patética un instante.

—Hablas de una… «bestia sagrada». No sé a qué te refieres con eso —le aclaré a Iris, quien me vio y se detuvo, mientras me dejó caminar unos cuantos pasos delante de ella, hasta que la miré de frente con algo de temor.

—Ven conmigo, tienes que conocer un lugar en especial. —Cuando la chica me dijo esto con una voz seria y oscura, me sorprendí. Yo no deseaba acompañarla, pero la curiosidad me mataba por dentro. Vi los ojos de Iris y recordé algo muy importante, la primera vez que escuché sobre la familia D’Arc fue en esa tarde, en un día lluvioso inigualable.

La tormenta empeoró y los relámpagos azotaron el cielo. El terror me inundaba el pensamiento a la par que veía la sonrisa de Iris formarse lentamente y sentía cómo el viento aumentaba, cómo la oscuridad envolvía el lugar y cómo el agua caía tal poderosas balas frías golpeando mi cuerpo.

Era una escena sacada de un libro de terror, pero… ¿qué tiene que ver esto con él?

Aquel muchacho se da la vuelta para estar frente a frente conmigo.

El peliverde lleva sujetas a su cinturón de color negro dos espadas tipo katana: la del lado izquierdo su empuñadura es verde con amarillo, mientras que la del lado contrario es roja con negro. Su apariencia es la de una persona alta y delgada, nada inusual. Detrás de él hay una puerta. Posiblemente él haya entrado por ahí, o ¿será que...?

—¿Tú de nuevo? ¿Qué acaso no eres la mujer que estaba dormida al lado de la torre del comienzo? —Dijo el chico molesto al verme, bastante altanero y demandante. Lo sabía, ese lugar del que me hablaron los fotízetai es donde yo me encontraba cuando desperté, ya por fin ha sido confirmado. Más qué claro está el hecho de que él me vio ahí mismo, antes que yo lo encontrara en la cámara flotante de los vientos—. Ahora que lo pienso, desde que despertaste extraños sucesos comenzaron a ocurrir. Me hace pensar que tú eres la culpable, humano. Más vale que comiences a hablar —el sujeto en cuestión me llamó «humano», eso significa que él no lo es; pero entonces ¿qué es? Además, que lo dijo en un tono bastante discriminatorio.

—Pues verás, yo pienso lo mismo de t… —antes que yo pudiera terminar, una sirena de alerta me interrumpió. Está sucediendo lo mismo que en la MHN-001. Me pareció tener un déjà vu.

—Alerta a todo el personal, la base militar Methuselah se autodestruirá en diez minutos. Todo el personal que no posea rango superior a «dos» favor de abandonar el edificio. Esto no es un simulacro, esto no es un simulacro —dijo un militante de la base a través de un altavoz, por lo que el peliverde y yo nos vimos desconcertados y entendimos el peligro.

—Tienes suerte, mujer humana. Esta conversación no se ha terminado, has interrumpido mi trabajo varias veces y ni creas que lo pasaré por alto nuevamente —me amenazó el sujeto, para luego desenfundar sus katanas, apuntar hacia arriba con ellas y atravesar el techo volando.

Quedé impresionada por la acción, pero ahora debo escapar; sin embargo, no tengo ni la más mínima idea de cómo hacerlo. Así que corro para salir por la puerta que está delante y hallo un enorme tanque de guerra vacío, estacionado y listo para ser conducido.

—Creo que tengo una idea —dije al aire sonriendo. A gran velocidad me dirijo al vehículo, me coloco en la cabeza un casco que encontré dentro y pongo en marcha la máquina de matar—. ¡Vamos a divertirnos! —Dije confiada a mí misma moviendo el tanque hacia la salida usando los controles que de alguna manera reconozco e impulsándola a una velocidad considerable gracias a mi piromancia.

Paso a través de toda la zona enfrentándome a soldados, los cuales caen con un sólo disparo de mi bebé de 120mm, cuyas balas son creadas con llamas purpuras.

Al conseguir colarme a las afueras, la base explota y crea una enorme columna de fuego que ilumina los alrededores. Aquello me está ensordeciendo y hace que pierda el conocimiento lentamente.

Hay un recuerdo dentro de mí, uno muy oscuro.

Puedo ver que el cielo era celeste. Estábamos en un lugar con hermosos pastizales y montañas qué a lo lejos podían ser apreciadas fácilmente. El aire era fresco y puro.

De pronto, el cielo se turnó de color verde y nubes de tormenta eléctrica empezaron a formarse. Poco después se escuchó un rugido y cayó un rayo en la tierra.

Mi corazón me dice que es algo importante, un evento único de mi pasado.

Aquel sonido de la base militar explotando me recordó aquello. No tengo la más mínima idea de qué puede tratarse, pero ahora que veo toda la destrucción desde lejos entiendo que el mundo sigue siendo igual de sensible de lo que era la última vez que estuve en él.

Reacciono y veo que comienza a llover ceniza, la cual cae cómo si de copos de nieve tibios se tratara. Uso mis poderes psíquicos para que ésta no me manche y camino en dirección opuesta a lo que queda de la base, pues el tanque dejó de funcionar, la explosión le afectó mucho. Al verme ahora, me viene a la mente que necesito darme un baño.

Justo frente a mí está un gran cañón natural. Éste se halla vacío, y en el otro extremo hay una gigantesca ciudad repleta de altos edificios grises, como los que recuerdo de mi hogar en el pasado. No sé si está habitada, pero me alegra haber encontrado civilización después de todo lo que me ha sucedido. Sólo tengo que cruzar el cañón, mas no tengo idea de cómo hacerlo.

Pronto, llegan a mí más memorias de mi vida cómo nahual. Recuerdo las sabias palabras de nuestra gran maestra: «Un animal rápido como el viento, uno que cruce los cielos con sus enormes alas y que desde arriba vea la tierra con gran detalle».

Me coloco en la orilla del cañón y salto lo más alto que puedo. Uso el poder del fuego púrpura y me transformo en un albatros de plumaje morado: una de las aves más grandes del mundo.

Gracias a la habilidad del plumífero, cruzo volando y aprecio una enorme montaña llena de ríos y vegetación que se nota a la distancia, con lo que parece ser una construcción extraña en la cima. Echo un enorme gritó al aire, un cantar de una gran ave que surca el cielo, a la par que disfruto por un momento del maravilloso mundo. Es en un simple instante en el cual gozo de la dicha de estar viva.

Llego al otro extremo del cañón y regreso a ser humano para caminar hacia la ciudad.

Las calles son de concreto, al igual que los altos edificios. Todo está solo y en silencio. Las ventanas están rotas, el suelo lleno de vidrios y hasta tiene sangre. Las lámparas de luz mercurial colocadas en las calles apenas y sirven; algunas están apagadas, otras se encuentran rotas y soltando chispas.

Algo pasó antes que llegara. No hay llamas azules, así que no fue responsabilidad de mi presa. Tal vez fue obra de los vampiros, pero dudo que Viorica haya tenido intensiones así por sus recuerdos.Entonces… ¿Qué habrá pasado?

Más delante encuentro a un pelotón de personas aparentemente normales que llevan un paliacate rojo atado en la cabeza cubriéndoles el cabello, ellos están en formación, con su líder (cuyo paliacate es de color azul) delante de ellos. Aquel está dándome la espalda y dicta órdenes.

—También tenemos que registrar el área sur. Nos dividiremos en tres equipos diferentes. Yo conduciré el este, Antonio dirigirá el equipo que revisará el oeste y Mijaíl dirigirá el que verá en el sur. Recuerden que la luna ya no es carmesí, así que pueden circular sin problemas. ¡Andando! —Ordenó el líder, poseedor de gran seguridad en su voz y lenguaje corporal.

Después de esas palabras, todos me notaron e inmediatamente su líder decidió ver qué pasaba, por lo que se dio la media vuelta.

El hombre es aperlado y de ojos grises, cuya mirada es intimidante; su cuerpo es atlético, alto y puedo sentir una enorme fuerza proviniendo de él. En su cinturón tiene atado un látigo blanco.

Al ponerme los ojos encima, rápidamente cruza los brazos a la altura de sus pectorales y exclama.

—¡Ey, tú! ¿Quién eres y qué estás haciendo aquí? —Me preguntó el líder. Su voz fue ruda y dominante, demandaba respuestas. Desgraciadamente no puedo dárselas.

—Disculpa mi falta de modales. Ojalá pudiera decirle mi nombre, caballero; pero ni siquiera yo misma lo sé. ¿Qué hago aquí? Pues le diré que sólo estoy buscando algunas respuestas, y es agradable ver humanos como yo al fin. ¿Podría ser tan amable de decirme dónde me encuentro? —Respondí al hombre. Decidí ser cortés, pues quería apoyo y un buen baño. Tengo la esperanza de que estas personas van a ayudarme de verdad, pues somos de la misma especie.

El hombre frunció un poco el ceño y dio pie a responder.

—Está en Terra Nova, apreciable dama, la última ciudad humana existente en todo Gaia II. Aquí sólo vivimos humanos en paz, sin causar problemas a nadie; sin embargo, últimamente han estado pasando sucesos extraños que amenazan nuestra vida cotidiana. Es por eso que nos encuentras atareados y con nuestra metrópolis algo perturbada —explicó tranquilamente y con una sonrisa confiada, después de alagarme con sus palabras. Me siento aliviada al escuchar la respuesta, posiblemente podrán recibirme como se debe, sin enfrentamientos o verdades a medias.

—¿A qué tipo de sucesos se refiere, caballero? —Cortésmente pregunto acercándome un poco más. Por otro lado, el hombre me sonríe un poco y responde.

—Hace unos momentos la base militar que controlaban los Pyushkrov de Viorica explotó. Incluso se creyó que el monte Fawz había vuelto a hacer erupción, porque llovió ceniza como aquella vez —responde alegremente este caballero. El término que usa para referirse a los vampiros me suena familiar, mas no siento las ganas de preguntarle porque les llama así—. A pesar de ello, lo que más me llama la atención es que la luna se ha vuelto carmesí otra vez. Gracias a eso se han causado muchos destrozos en nuestra morada, cómo puedes apreciar, mi querida dama —sigue este hombre sin vacilar. Él también mencionó el particular evento que presencié en la base de Viorica: cómo el satélite natural cambió de color, pero no entiendo cómo afecta esto a la ciudad.

—El monte Fawz… ni siquiera yo pude creer que hizo erupción tan fácilmente. Yo también alcancé a ver cómo la luna se matizaba de otro color desde la ventana de la mansión de Viorica. Por favor, dígame: ¿Qué pasa cuando la luna se turna carmesí? —Explico más confiada acercándome unos pasos. Sin embargo, es entonces que la sonrisa de aquel hombre se desvanece y un rostro de seriedad le invade la faz.

—Esperé un momento, querida dama. ¿Usted estuvo en el monte Fawz antes de hacer erupción? Y no sólo eso, ¿viene de la base militar Methuselah? —Pregunta de una manera inusual: algo sorprendido y asustado a la vez. Esto me mortifica demasiado, puedo notar el cambio de tono.

Yo ya no pensaba mentir, no con los de mi especie. Es por eso que contesto con la verdad.

—Así es… ¿Hay algo malo con ello, caballero? —Respondo un poco desconfiada y el hombre da un paso hacia atrás advirtiendo a sus camaradas.

—Tengan cuidado con ella. Posiblemente esté involucrada en esas desgracias. Cargas infortunio contigo, y tengo una leve sensación de que tú los causaste. Posiblemente debes estar relacionada con las llamas azules que se vieron hace un momento. ¡Avisen a los ancianos y no permitan que avance! —Ordena el líder y todos se retiran, excepto este hombre.

—Caballero, ¿en verdad cree que soy la causante de esto? Puesto le diré que mi intención es sólo saber quién soy. Vengo en son de paz —explico tan rápido como puedo, pues siento que su decisión fue algo precipitada. Al escucharme, el hombre mantuvo un momento de silencio y me apunta con su palma de la mano derecha viendo hacia mí.

—Le creeré, pero necesito que se deje capturar por mí para llevarla a una prisión. Al estar usted ahí se planificará un juicio justo que será efectuado en su contra. Ahí podremos definir si miente o no. Por favor, no se preocupe, le daremos todo lo que necesita y yo mismo me encargaré que sea tratada cómo se merece —propuso el líder tomando su látigo enrollado con su mano libre, sin dejar de apuntarme. Sí quiero seguir sus indicaciones, mas podrían tenerme ahí encerrada por mucho tiempo, en el cual el piromante acabaría con los demás miembros de la elite.

—En otras circunstancias me encantaría, pero no puedo perder ni un minuto. Perdone, tendré que insistir en que confié en mí. No quiero causar ningún daño, todo tiene una explicación —alego ante aquel sujeto; sin embargo, él está seguro de sus palabras y no doblega su voluntad.

—Lo siento, respetable dama, me temo que no puedo confiar. Si no puede seguir estas indicaciones, entonces nos veremos forzados a combatirla. Por favor, demuestre que no es quién creo —responde el líder. Al terminar de decir eso, de su mano expulsa varias esferas de energía celeste hacia mí. Desenvaino mi espada y las repelo.

Cuando volteo para buscarlo y continuar el combate, él ya había desaparecido.

«Los ancianos», algo me dice que es justo a quienes debo ir a ver.

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