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El reino del fuego

Decimoctavo Recuerdo: Terra Nova

376 10 min.

La ciudad humana por la que cruzo es todo un fuerte. Los hombres con paliacates rojos, que parecen ser los guardianes, constantemente me interceptan mientras me abro camino, mas no son problema para mi habilidad psíquica, pues con ella los dejo inconscientes al instante; no obstante, lo que me está pareciendo difícil es guiarme por la ciudad para encontrar el hogar de los dichosos ancianos. El sitio es enorme, pueden encontrarse en cualquiera de las construcciones.

Luego de un rato llego a una avenida inmensa. Por encima de ésta, a la distancia, se puede apreciar una cámara suspendida en lo alto, entre varios rascacielos que tienen acceso hacia ella. Algo me dice que ahí se encuentra lo que busco.

Subo a un edificio por medio de una escalera de emergencia contra incendios hasta el techo. Desde aquí me convierto en albatros para volar hacia mi objetivo. Pensé antes en hacer esto, pero podría terminar mal herida gracias a que la gente estaba lanzándome proyectiles con armas de fuego. Por suerte en las terrazas de los rascacielos no hay gente, por lo que mi tránsito aéreo es tranquilo.

Mientras sobrevuelo la metrópolis, al ver la arquitectura de la urbe, más recuerdos llegan a mí.

Eran cerca de las 5:00 horas y no había mucha gente en el aeropuerto. Yo me encontraba sola esperando mi vuelo, sentada al lado de la puerta de acceso al avión que iba a tomar mientras leía The Secret de Rhonda Byrne, cuando de repente alguien llegó y se sentó a mi lado.

— ¡Vaya! ¡Qué libro tan interesante está leyendo usted! —dijo aquel desconocido impresionado. Cuando vi quién me había dicho eso, noté que se trataba de un hombre adulto joven de tez oscura y cabello negro, con ojos azules muy claros y una barba que se forma en la mañana. Se me hacía familiar, pero no sabía quién era exactamente.

—Disculpe, ¿le conozco? —pregunté algo molesta a la par que cerraba el libro y dejaba mi dedo índice dentro para no perder dónde me había quedado. El hombre rio un poco y se presentó.

—Lo siento, señorita. Soy Gregorio Salazar, vivo con Marcia —Respondió el hombre feliz. Recuerdo que la primera vez que fui a casa de Marcia creí ver a una persona en el jardín, pero no le presté el mínimo de atención.

—Mucho gusto, Gregorio. Dígame, ¿qué le trae por aquí? ¿Acaso se irá de viaje también a la capital del país? Y si es así… ¿Placer o negocios? —Cuestioné al hombre un poco más tranquila. Después de un amistoso saludo de manos, él me miró a los ojos curioso.

—Puedes decirme «Gregory» si gustas, lo prefiero así, pues es el nombre de mi abuelo y el qué yo iba a heredar—me explicó entusiasmado, luego perdió la mirada y la regresó a mí—. Pues verá, señorita, mi intención es un poco de ambas. Realmente viajaré por negocios de la familia de Marcia, pero también deseo disfrutar el panorama y la gente del centro de este país —respondió Gregory y después de eso sonreí para contestar a su agrado.

—He oído historias de que la comida allá es muy buena. Verá, le seré sincera: iré a ver a un grupo de mujeres que adoran a la diosa del sol. Ellas tienen una fuerte relación con entidades divinas y deseo saber algo más interesante que he escuchado sobre sus costumbres. —Le platiqué a Gregory con una leve sonrisa, quien quedó perplejo. Realmente se asombró de mi facilidad de palabra y falta de pena.

—Usted está buscando a las Nahuales, ¿no es así? —afirmó Gregory sin problema alguno. Me fue increíble que esta persona supiera sobre aquellas mujeres. Yo no le dije ni siquiera a Annastasia que iría a ver a las Nahuales. ¿Cómo es qué lo supo él?

—Efectivamente, señor. Veo que es muy listo y conocedor. ¿Sabe dónde se encuentran? —Pregunté de la manera más atenta y cordial que pude. Él se quedó en silencio un momento, volteó alrededor cauteloso y entonces me respondió.

—Sí y no —alegó Gregory confiado, con una enorme sonrisa. Yo me desconcerté, y al ver mi cara de confusión, él no dudó en soltar una carcajada, luego se inclinó hacia mí e hizo una seña con su mano para que yo hiciera lo mismo, lo cual efectúe de manera cautelosa para escuchar lo que tenía que decirme. Él luego me contó el resto—. Verá usted, las Nahuales son mujeres muy impredecibles y difíciles de encontrar. Si desea hallarlas deberá buscar en el corazón del bosque donde sus ancestros se reunían. Y si las encuentra, entonces le mostraran lo que está buscando —explicó entusiasmado susurrando. Fue ahí cuando comprendí que esas mujeres confiaban mucho en su habilidad de ocultarse.

El avión llegó. Gregory se despidió, puesto que su asiento en el aeroplano era muy lejano al mío. Ambos subimos y me relajé viendo por la ventana cómo éramos elevados. El cielo es un lugar hermoso; las montañas, las nubes, los grandes campos, sin olvidar las sierras y altiplanicies, hasta la ciudad, se veían bellísimas desde arriba.

Llegué a la ciudad de México: un lugar enorme, transitado, lleno de gente y más. No llevé ningún tipo de equipaje conmigo, así que bajé rápido y me fui inmediatamente al hotel donde reservé.

Al llegar hasta allá, reclamé mi llave y me pasé a los centros comerciales donde se encuentran las tiendas de diseño para comprar varios vestidos, joyas y algunos pares de zapatos. Al finalizar el día regresé al hotel donde me hospedaba y acomodé todas mis nuevas adquisiciones usando mis poderes psíquicos, mientras terminaba de leer mi libro.

Pronto, gracias a una pequeña trampa de las nahuales, conseguí encontrarlas, me senté entre ellas y me explicaron todas sus creencias, al igual que me declararon como parte de su aquelarre.

Cuando decidí regresar a mi ciudad de origen lo hice en forma de albatros, después de enviar todo lo que compré por paquetería rápida a mi dirección.

Llego a un edificio donde está una entrada a la cámara suspendida. Frente a ella se encuentra el hombre del paliacate azul. Él está posando como guardián, aparentemente esperándome.

—Creí que ya estabas muerta. Veo que me equivoqué. —Me habla con un tono grosero y directo, muy diferente a nuestra primera conversación.

—Vaya, ¿eres el hermano gemelo del hombre que encontré hace rato? Puesto si no es así, me parece que la caballerosidad se la cayó por ahí. —Le reclamé algo molesta, pero sonriendo. Él sólo ríe y camina hacia mí, mientras habla.

—¿De dónde vienes, mujer? ¿Por qué estas involucrada con desastres que han ocurrido actualmente?

—Sabes, cuando eras amable me agradabas más. Pues verás, vine a buscar respuestas sobre mi pasado, no tengo casi nada de memoria. A lo largo de mi búsqueda he recuperado un poco de esos recuerdos que tanto anhelo y he tenido el infortunio de toparme con un piromante azul encapuchado —explico al hombre, cuya expresión cambia de una seria a una llena de incertidumbre cuando menciono a mi enemigo. Es obvio, él sabe algo—. Sí sabes cualquier cosa sobre ese sujeto, te recomiendo que me lo digas. Necesito saber dónde está, él tiene algo que ver con lo que está pasándonos a todos —termino de decir. Al haber acomodado sus ideas, el sujeto me revela un poco de lo que sabía sobre el pasado que yo recuerdo, una buena coincidencia a mi favor.

—Un piromante azul, ¿eh? He escuchado rumores en la ciudad de Techtra sobre él. Se dice que se le ha visto en varios lugares sólo de paso. No hace nada, ni causa destrozos; nada más pasa caminando por ahí en las noches. Aunque hace mucho tiempo, antes que esta metrópolis colosal naciera, sucedió algo relacionado con un piromante azul idéntico al que describen. —El sujeto comenta sobre un lugar que desconozco, además de mencionar lo que me pareció ser un poco de historia.

— ¿Me podrías contar lo que sabes? Por favor. —Le pido amablemente. Él frunce un poco el ceño y continua con lo que es una historia bastante interesante.

—Los ancianos siempre nos cuentan sobre un día terrible en Gaia II. Fue el momento cuando las llamas azules cubrieron el mundo… —cuenta el guardián de este lugar, mientras sus palabras se vuelven más y más suaves para transformarse en imágenes dentro de mi mente.

Él continuó hablando sobre aquella leyenda:

«Cuenta la leyenda que un día la luna se turnó de color carmesí. Al suceder esto un piromante azul encapuchado apareció, y éste extendió sus manos hacia la tierra mientras flotaba en el cielo; el hombre misterioso uso un tremendo poder y lanzó enormes llamas de color azul sobre el mundo, lo que causó una terrible catástrofe a donde quiera que éstas llegaran, lo que creó El infierno azul.

En ese entonces nuestro planeta estaba construido sobre un sólo plano dimensional, poblado por todo tipo de criaturas pensantes como lo eran los humanos, los elfos, los fantasmas, etcétera. Se dice que seis guerreros se aliaron a pesar de sus diferencias, sólo para hacerle frente al piromante; sin embargo, al llegar hasta donde se encontraba aquel ser de increíble poder, hallaron a su séptimo aliado: un humano. Juntos presenciaron cómo un impresionante poder descendió del cielo, cubrió y purificó al planeta de este mal azul que estaba por consumirlo».

—Esa es la leyenda de El reino del fuego, pues se dice que aquellos que posean la capacidad de controlar las llamas sagradas tendrán el poder de destruir el mundo y construir uno nuevo sobre las cenizas de él, para formar un lugar donde sólo habite el caos y la muerte. —Termina de explicar aquel hombre. Yo, en ese momento, cuando escucho el nombre de la leyenda, sufro un terrible dolor de cabeza, pues mi mente regresa al momento de mi recuerdo más importante, antes que el piromante atacara a aquella mujer y al chico de cabello verde.

El cielo era rojo, la luna carmesí y la tierra azul, pues estaba llena de llamas de este infernal color.

El culpable de esto yacía en el cielo. Éste se encontraba cubierto por una enorme túnica negra encapuchada. Podía ver sin problemas dentro de su capucha, mas su interior era demasiado oscuro a pesar de la luz que había alrededor, esto volvía imposible notar el aspecto del rostro que el hombre ocultaba.

El piromante estaba enfrente de ella: la mujer pelirroja del cuadro que tenía Viorica en su comedor. El encapuchado la miraba fijamente, aunque sólo se alcanzaba a apreciar de su cara un ojo dorado, el cual me llena de un terror indescriptible. Él le apuntó con su palma a la mujer y recitó unas palabras sonriendo de oreja a oreja.

—Convertiré este planeta impuro en un lugar donde nadie se atreva a interferir con el albedrio de su nuevo Dios. Seré solamente yo quien sea capaz de decidir quién nace, vive o muere. Resucitaré cómo el ser supremo de este nuevo mundo. ¡Lo quemaré todo y de las cenizas construiré un nuevo reino, un Reino del fuego! —exclamó aquel hombre con gran locura en su voz. En ese momento, al terminar de decir esas últimas palabras, lanzó aquellas llamas azules hacia la mujer, pero el chico peliverde se interpuso entre ambos defendiendo a la pelirroja.

Esos recuerdos son de la leyenda de El reino del fuego. Un suceso que he tenido en mi memoria desde que desperté.

¿Por qué un recuerdo sobre esa leyenda está en mi mente sí no estuve involucrada? ¿O tal vez si tuve algo que ver?

La mujer pelirroja es sin duda muy parecida a mí. Ella tiene un atuendo idéntico al mío y toda la cosa, ¡debo ser yo! Pero, ¿cómo es posible que ella pueda ser yo si pude presenciar todo el suceso desde otro lugar? No como ella, sino como un tercero.

Hay algo raro en todo esto. Yo sólo sé que la respuesta la tiene aquel piromante azul y el extraño hombre de cabello verde. Estoy segura.

—Un impresionante poder. Sabes, tengo recuerdos del mar de llamas azules al que tú llamas Infierno azul. Yo estuve ahí, el día de la leyenda. —Le aclaro al hombre, pero cuando él escucha esto se echa a reír soltando carcajadas— ¿Qué es tan gracioso? —Le pregunto un tanto molesta, entonces me responde a duras penas.

—¡Ja, ja, ja! Discúlpame, pero debes de estar alucinando, ya que esta historia es una leyenda de hace más de mil años atrás, pasó justamente en el año dos mil quince después del tercer juicio. —Termina de decir el hombre. Aunque es grosero y mal educado, es razonable, realmente es difícil creer que yo hubiera sobrevivido tanto tiempo.

—Mil años atrás… no puede ser posible que yo sea tan vieja… ¿Cómo pudo pasar todo ese tiempo? Dime, hombre… ¿conoces a una mujer llamada Anne?, o tal vez a Marcia, Herald, Annastasia, Joseph, Kantry o Ken ¿Alguno te suena familiar? También me gustaría saber sobre un chico de cabello verde que posee dos espadas tipo katana: una roja y otra verde con amarillo. Por favor, si tienes algún dato sobre ellos, dímelo. Estaré muy agradecida —pregunto a mi nuevo «amigo» después de que se calmara de tanta risa. Él hombre, al escuchar mis palabras, toma compostura y habla calmadamente, sorprendido.

—Claro que reconozco esos nombres. Todos son miembros de la Elite de fuego: una organización que fue marcada por la señal maldita del fuego azul, la cual no te deja morir hasta que sea removida por el piromante que te la colocó —explica el hombre continuando—. La elite de fuego tenía mucha actividad como organización secreta, mas éstas se suspendieron años atrás, pues su líder desapareció, y ahora los miembros viven en lugares diferentes de Gaia II. Todo lo que hacen ahora es por su propia cuenta, ya no como una sola entidad.

«La elite de fuego», ese es su nombre. Recuerdo que la bautizamos así porque dentro de ella habíamos tres piromantes de diferentes llamas sagradas. Ken es uno de ellos, seguramente él que no recuerdo era uno azul. Tal vez sea a quien persigo.

—¿Qué dices del joven de cabello verde? —Le recuerdo sin pensarlo mucho. Esta vez el hombre frunce el ceño, contesta de mala gana y de forma altanera.

—El chico de cabellera verde debe ser Xeneilky, uno de los miembros de la familia D’Arc. Él es el único que mantiene contacto con todas las civilizaciones de Gaia II, además ayuda en el Lux mundi contra los turpificatus —responde con desfachatez. Entonces Xenelky D’Arc es el nombre de ese sujeto. “X.D.A.”, coinciden las tres iniciales que estaban dentro de aquella nave que usó el piromante para escapar. Ahora que lo pienso, esos ojos dorados se parecen mucho a los de mi presa; sin embargo, en mis recuerdos los vi frente a frente. «¿Qué significará eso?»

—Bueno, con permiso. Debo ir a hablar con los ancianos. No te preocupes, sólo tengo que hacerles unas preguntas —aclaro al hombre y camino hacia la puerta intentando darle la vuelta a este guardia por la izquierda, pero él da dos pasos para quedar enfrente de mí.

—Estás loca si crees que te voy a dejar pasar. Yo, Kyle, como aliado de Terra Nova, no puedo dejarte ir sólo así—asegura el hombre viéndome directo a los ojos.

—Yo no vine a aquí a matar personas ni a invadir; vengo porque no sé quién soy. Busco respuestas pacíficamente, dentro de lo que cabe, pues yo también soy un ser humano y quiero hablar con los ancianos para saber si me pueden ayudar —respondo a Kyle, pero él se extraña ante mi respuesta y entrecierra los ojos con una cara llena de tristeza y angustia.

—Los ancianos no han vivido tanto, pero saben la información más importante que ha pasado de generación en generación en la raza humana. A diferencia de las demás razas, los humanos vivimos poco tiempo. Carecemos de grandes habilidades y poderes mágicos o sobrenaturales. Sí, somos criaturas sensibles al final de cuentas —explica Kyle y es cierto, los humanos somos la raza más débil por muchas razones. Aun así, al parecer, aquí en «Gaia II», cómo Kyle llama al planeta, existen muchas más razas. Comienzo a creer que sí dormí durante mil años.

—No te preocupes, Kyle. Tengo el presentimiento de que todo lo que necesite saber ellos lo tienen bien resguardado en sus mentes. Sé que ser un humano es difícil, no recuerdo exactamente mi pasado, pero te puedo asegurar que yo era alguien sin fuerza: una mujer sencilla y débil. Ahora soy otra persona muy diferente, pues los humanos podemos superarnos a nosotros mismos y a cualquiera si nos esforzamos —prometo a Kyle, y él me mira con una gran sonrisa en el rostro, junto a grandes esperanzas y orgullo de mí.

—Algo me dice que confíe en ti. No sé por qué, pero lo haré. Veo honestidad en tu mirada, joven dama. Por favor, no lastime a los ancianos. Le pido de todo corazón que sea paciente. Yo creeré en usted y en sus buenas intenciones —última Kyle con palabras que llenan mi corazón de calidez y emoción. Extrañaba este tipo de contacto con alguien.

—Descuide, caballero. No les pasará absolutamente nada malo. Sólo conversaré con ellos un momento. —Ya dicho eso, Kyle me abrió paso. Hago el saludo que los fotízetai me enseñaron para mostrar respeto, y una vez que el hombre responde a éste, camino hacia el túnel que me llevará con los sabios de la ciudad humana. Es ya tiempo de descubrir mi pasado.

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