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El reino del fuego

Decimoquinto Recuerdo: Vampiros

318 8 min.

Al ver mi alrededor y notar que ha caído la noche, rápidamente me coloqué detrás de un montón de costales con arena aprovechando la oscuridad.

Checo cuidadosamente sí no me han visto, pues noto que están haciendo guardia algunos sujetos vestidos con uniformes pintados de camuflaje, los cuales, he de resaltar, cargan bayonetas, si no me equivoco. Es tiempo de preparar una estrategia, antes de que me vean y disparen a quemarropa.

Para mi «suerte», cerca de aquí está un soldado, distraído que está viendo el cielo nocturno. Parece que no ha notado mi presencia, sólo se encuentra ahí, ahogado en sus pensamientos. Me coloco de inmediato la capa de invisibilidad, pero el sujeto empieza a mover su nariz, como si oliera algo extraño.

—¡Qué raro! Huele a carne humana, y su sangre está muy tibia —dice el soldado para el mismo y sostiene con más fuerza su arma. Sus palabras salen entre dientes, por lo que yo puedo apreciar sus enormes colmillos. Caí en cuenta qué significaba.

La capacidad de detectar el aroma de los seres vivos, su piel pálida y ojos rojos con enormes ojeras, son cualidades de un bebedor de sangre. Tengo mis dudas, pero esta teoría puede ser confirmada si clavo una de mis flechas en su corazón. Si se deja de mover y no muere, significa que estoy en lo correcto; en caso contrario, me volveré una asesina a sangre fría.

«Pequeño detalle de mi error».

Me quito la capa y creo una flecha para apuñalar al hombre. Éste voltea e inmediatamente empuña su bayoneta apuntándome y tratando de gritar una advertencia.

—¡Intruso! ¡Hay un…! —Al decir esto él dispara, pero me muevo rápido y clavo la flecha a su pecho antes que termine de avisar. Éste cae al suelo y suena una alarma que provoca que los demás soldados se movilicen.

Me acerco al hombre que me delató y está totalmente helado, sin vida. Así que procedo a sacar la flecha de su pecho. Al hacerlo él despierta tirando un grito y mostrando sus colmillos para atacarme, sin embargo, lo apuñalo nuevamente, lo que lo regresa al sueño. Ya no hay duda, se trata de una fortaleza llena de sanguijuelas humanas no-muertas, obviamente Viorica es quien está aquí.

Viorica era uno de los miembros más obedientes y disciplinados de la elite. No había forma en la cual ella no pudiera cumplir con los deberes. Normalmente solía tener un gran sentido de control para lograr llevar a cabo sus tareas, y no sólo eso, también daba un aditivo a lo que hacía. Ese valor agregado la volvió popular.

Cuando llegó a nosotros, sólo vimos a una chica de unos veinticinco años con la tez pálida, ojos rojos con grandes ojeras ocultadas con algo de maquillaje, pelo castaño cenizo, un cuerpo escultural e indescriptible belleza. Ella afirmó ser una bestia de leyenda, descendientes de Drácula.

Aceptó ser el monstruo que se alimenta de sangre, especialmente humana; tiene juventud y vida eterna, además de gran fuerza, resistencia y velocidad. Aunque eso no era todo, nuestra huésped también podía manipular la sangre, era una «sangromante», a cómo se le llamó más tarde. Ésta es la habilidad de controlar el líquido vital para que sea tan filoso como una espada o grande y ligero como alas que podrían hacerte volar. Es un poder maravilloso y siniestro.

El don captó nuestra atención de manera instantánea. Desde aquella vez Viorica, sin lugar a dudas, comenzó a formar parte de nosotros. Jamás me arrepentí al no dudar en votar a su favor, hasta aquel día.

—¡Viorica! ¿Dónde estás? ¡Tengo qué hablar contigo! —Grité al caminar por un enorme pasillo con ventanales. Enfrente a éstos estaban colocadas en una larga pared grandes pinturas enmarcadas en un precioso mármol bastante lúgubre, de algunas se podía observar como la humedad chorreaba detrás gracias al paso del tiempo.

El piso del sitio era cubierto por una alfombra azul con hebras doradas. Además, podía ver enormes lámparas metálicas estrictamente distribuidas que guindaban del techo y funcionaban con electricidad.

Era una noche de tormenta. El agua sacudía todo el exterior junto con el viento. El cuartel general se encontraba vacío en aquel entonces, pues los demás miembros se hallaban en una misión. Por mi parte, me quedé a solas con la vampiresa terca, a la cual buscaba por todo el edificio.

De un momento a otro, la luz se apagó, pues la energía eléctrica debió haberse cortado gracias al aguacero. Sólo podía ver gracias al destello de los relámpagos que entraban por los ventanales, fue entonces cuando recordé que Annastasia tenía velas en su habitación. Fui hacia allá para encontrar algunas usando una pequeña llama púrpura sobre mi palma como guía.

En la habitación de mi amiga hice que la llama creciera para iluminar un poco más. Desgraciadamente, mientras no estuviera mi fuego púrpura en una vela, éste no puede generar mucha luz por mucho que lo intente, no obstante, fue suficiente para hallar lo que buscaba en un cajón bajo la cama.

Me hinqué para tomarla y ponerla encima de la cama. Dentro de ésta encontré las velas, agarré una, pero me descuidé y ésta se me cayó al suelo. La vela rodó hasta que topó con algo cerca de la entrada de la habitación, al escuchar que el cilindro de cera dejó de rodar, volteé y un relámpago iluminó todo desde la enorme ventana del cuarto, la cual estaba justo detrás de mí.

En ese momento sólo pude ver la sedienta cara de mi compañera. La encontré parada frente a la puerta, con la vela en su mano y su mirada clavada en mi cuello.

—Viorica, estuve buscándote. Necesitamos… —dije aliviada y un poco temerosa mientras volteaba hacia ella lentamente, mas antes de terminar de hablar, Viorica ya tenía puesta una de sus manos enfrente de mí.

—Se te cayó esto —dijo la mujer entregándome la vela. Su voz era bastante ronca, pues hablaba entre dientes.

Tomé el objeto y le agradecí suavemente. Miré a mi lado y había un portador de velas sobre una cajonera, ahí coloqué la candela para luego encenderla con fuego púrpura, cosa que hizo que la habitación se iluminara. Viorica sonreía a la par que rechinaba sus dientes a boca cerrada y respiraba agitada.

—No me digas que… —mencioné nerviosa, sin embargo, antes de terminar, ella me intentó atacar con sus manos y dientes. Usé mis poderes psíquicos y la sostuve en el aire, esto sin mover un sólo dedo—. ¡Vaya! La sed es fuerte, ¿no? Dijiste que ya no querías beber sangre humana, pero debe de ser deliciosa para que la desees tanto —dije a Viorica de manera cínica y altanera, al mismo tiempo que mi corazón aceleró sus latidos y mi respiración se agitó. Ella comenzó a reír y, cómo pudo, giró su mirada para observarme fijamente.

—No hay sangre más exquisita que la de una mujer joven y virgen. Estar a tu lado a solas me hace desear sorber cada gota de tu cuerpo hasta dejarte seca. ¡Ja, ja, ja! —Explicó aquella sedienta mujer hablando entre dientes gracias a mis habilidades psíquicas y retorciéndose al no aguantar sus más bajos instintos.

Al escucharla yo sonreí de los nervios, no obstante, la comencé a bajar al suelo y la miré con una pequeña sonrisa.

—Te metiste con la mujer equivocada —declaré al momento, ya más confiada.

Poco después de soltarla usé todo mi poder psíquico y la saqué fuera de la habitación. Eso la arrojó con gran fuerza hacia uno de los ventanales, Viorica se estrelló contra él y cayó fuera, en medio de la poderosa lluvia.

Cuando la vampiresa trató de ver hacia dentro, yo ya estaba frente a ella, parada en el marco de la ventana rota con varias llamas púrpura a mi alrededor. Mi semblante era serio y oscuro, estaba enfadada por lo sucedido y más que cualquier otra cosa, deseaba que viera que iba en serio.

—¿Creíste realmente que podías obtener una gota de mí sangre? Ven e inténtalo, no-muerto, si te crees tan poderosa como para vencerme. Atrévete a atacarme. —Mientras retaba a Viorica con el término que tanto odiaba, el cielo retumbó con enormes truenos que nos iluminaron. La lluvia caía sobre mi compañera vampiro y está, al apagarse la luz del cielo, espació su propia sangre alrededor de ella. Aquel liquido rojo formó grandes alas tras la espalda de la mujer con las que dio vuelo.

Sus nuevas extremidades crecieron rápidamente y Viorica las dirigió hacia mí en forma de acumulaciones de estacas, todo esto mientras se carcajeaba a todo pulmón.

La sangre chocó contra una barrera psíquica de fuego púrpura que creé en ese mismo instante, la cual destrozó dicha agresión. Después comencé a caminar entre la lluvia y, gracias a mi defensa mental, el agua no llegaba a tocarme, mucho menos los ataques de Viorica, provenientes de sus alas carmesí. Ya a una distancia adecuada para hablar desde tierra firme, me detuve y la miré con una gran sonrisa.

—Vamos, sé que puedes hacer más que eso —la reté con una voz terriblemente altanera y abrí mis brazos a los costados, como invitándola a darme un mejor golpe. Ella extendió sus alas de sangre volviéndose éstas de un tamaño proporcionado a su cuerpo, a la par que Viorica echó un grito y poderosos estruendos eléctricos sacudían el cielo nocturno.

—¡TU SANGRE SERÁ MÍA! —Gritó Viorica al volar hacia mí. Lo último que recuerdo es que, justo cuando la tenía a poca distancia, un enorme rayo cayó justo a un lado, cosa que iluminó la escena y nuestros rostros: uno lleno de locura y el otro de emoción.

Comprendí que la caza para los bebedores de sangre es un deporte extremo en algunos casos.

Esos recuerdos me generan nostalgia y temor. Viorica no es una persona que me gustaría ver en estos momentos, mucho menos rodeada de los de su especie, parece suicidio. No obstante, ella es sumamente fuerte, necesito su ayuda para derrotar a mi presa.

Cientos de soldados vienen hacia mí con sus armas listas e inmediatamente corro hacia estos al escuchar que ya se encontraban cerca. Doy un salto y lanzo flechas que eliminan a los agresores.

Ya en el aire, me transformo en zorro, me escabullo entre los soldados restantes y continuo la invasión hasta llegar a una fisura que conduce Lux Mundi, cercana a una torre de vigía.

En la dimensión luminosa me encontré con un montón de conejos deformes, los cuales abato sin problemas a la par que elimino a sus formas oscuras, pues algunos tenían ya esta apariencia.

La estructura donde ahora me encuentro es una especie santuario, por lo que doy paso a subir por ésta y en el camino me encuentro a varios fotízetai. Ellos se llaman WR’E, HA’I, IY’G y RN’N, cada uno me comenta cosas que me parecen interesantes siguiendo las ordenes de YHJ’LD, hasta que llegué con IY’G, el cual me habló sobre el piromante azul encapuchado.

—¡Dime, por favor, donde se encuentra, sí lo sabes! —Le pedí desesperada cuando supe que tal vez podrían decirme a donde se fue después de la erupción del monte Fawz, pero él mismo me detuvo de manera pasiva para responderme.

—Ojalá pudiera darte su paradero, pero la última vez que se le vio fue cerca de la cámara flotante de los vientos. Al parecer, por fin consiguió entrar al Lux mundi; sin embargo, regresó al Catonium casi de inmediato. Se cree que él está vinculado con el emperador Gil, aunque no estamos seguros del todo, pues ¿porque estos dos seres estarían interesados en una alianza? —Respondió IY’G al tratar de tranquilizarme.

Una parte de mí me dice que, sea quien sea el piromante azul encapuchado, no es de las personas que busquen ayuda. Mis memorias me dicen que se trata de alguien orgulloso y puedo deducirlo por lo poco que le he visto en los recuerdos de mis camaradas caídos.

—He visto que tu interés hacia el piromante azul es bastante grande. Pues mi nombre es RN’N y te diré todo lo que sé sobre ese hombre —luego de eso, el fotízetai me revela todos los lugares en donde estuvo aquel hombre según registros de su raza. Aunque hubo algo que me llama mucho la atención.

—¿Cómo es posible que yo pueda acceder al Lux Mundi y él no? —pregunto angustiada, pues sé que probablemente ellos no pueden decirme más; pero me equivoqué. Todos se vieron, y entonces HA’I me contesta.

—Eso es porque puedes ver las fisuras. Tus ojos son la clave de que puedas usar los portales creados por el Gran Amo Pridhreghdi. Cualquiera que los pueda ver es bienvenido a usarlos —responde HA’I a mi pregunta. Tal como Luhcia lo había dicho en su libro, ver las fisuras es el elemento necesario para atravesarlas. Esto gracias al amo supremo de los dragones.

—Muchas gracias. Ahora, si me disculpan, me iré. Tengo un asunto qué resolver —me despedí con una sonrisa en el rostro mientras los fotízetai hacían el saludo que ya había visto antes.

Me doy cuenta que, de todos los lugares que me mencionaron donde estuvo mi presa, sólo reconocí realmente uno: el valle plateado. Ya he estado ahí antes.

Salto hacia otro portal oscuro para llegar al Catonium, donde elimino a varios soldados tan pronto arribo. Desgraciadamente no hay forma de bajar de la alta torre, así que entro a otro portal que se encuentra más delante de mí, uno que va hacia el Tenebrarum mundi.

Ya en el otro lado, corro entre los campos de luz hasta llegar a un portal luminoso que está en medio de un pasillo, y detrás de él veo millones de mariposas rojas, pequeñas y brillantes, no más grandes que la palma de mi mano. Éstas vuelan por todo el lugar majestuosamente y se dejan llevar por el poco viento del lugar.

Me acerco a estas diminutas entidades estirando mi brazo derecho hacia ellas, y cuando una me toca, atraviesa mi piel con facilidad hasta salir por el otro lado de mi brazo. Echo un grito a todo pulmón y quito mi mano; pero ya ha sido perfectamente perforada por esta criatura. Me quedo un poco más de tiempo en la luz y ésta me regenera rápidamente. Temía que el orificio que había dejado aquella aberración no fuera cubierto, pero sí lo fue, mi mano quedó como nueva, mas la sensación que causó dicho insecto sigue ahí. Fue espantoso.

Uso el portal y sigo mi camino en el Catonium para salir de la torre, a la par que mis recuerdos empiezan a regresar, en donde veo que Viorica siempre había tenido una obsesión por llenar todo de armas como las que hay cerca de aquí.

Finalmente he llegado al edificio gigantesco, el que parece ser el centro del lugar.

La puerta de la construcción no tiene cerradura, candado, ni nada por el estilo, así que pasé sin problemas. Dentro me sorprendió ver su contenido, pues es una mansión al estilo británico medieval, con un aire macabro y gótico. Tiene alfombra roja, paredes de madera con pinturas sombrías, tapizados fúnebres y grandes candelabros dorados repletos de cristalería fina.

Dentro también está toda una horda de soldados. Pronto volveré a encontrarme con su posible líder.

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