El reino del fuego

Epílogo

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¿Qué nos ha pasado? Los miembros de la Elite de fuego están separados, igual que lo están muchas de mis memorias de mi pasado. Cada día que pasa, lo único que veo es muerte, el final de quienes más amo.

Todo este tiempo he corrido sin descanso para tratar de atrapar algo que posiblemente ya no exista, algo que perdí desde hace mucho. ¿Quién soy yo para tratar de tomar algo que indefectiblemente los años se ha llevado de mis manos? No he podido sostenerlo, se me ha resbalado entre los dedos como arena seca y se ha ocultado en un enorme desierto sin un aparente fin a mi vista.

He errado, sé que lo he hecho. No entiendo qué sucedió, pero sí comprendo que tomé una mala decisión.

No debí seguirte. Los abandoné, estoy segura de ello. Ahora, que más los necesito, ellos han aprendido a volar sin mí. Ya no requieren de mí para seguir adelante, y lo que alguna vez vi unido, se ha esparcido por el mundo destruyendo aquello que construimos en el pasado, eso de lo que tan orgullosos estábamos.

Lo siento, Anne, Marcia, Herald, Ken, Viorica, Albert e Iris. Perdónenme, Pethe, Maynard, Kotaru, Gregory, Joseph, Annastasia y Kantry. No podré verlos nuevamente, pues he sido egoísta y agoté cada una de mis fuerzas al intentar ser la misma mujer que alguna vez fui. Esa que ya no soy y jamás volveré a ser.

He caído por el mismo peso que ha traído mi orgullo, y ahora que me encuentro contra el suelo, con mi vista ennegrecida, me doy cuenta de qué es lo realmente importante: el amor que siempre les profesé a ustedes y a lo que creíamos. Sí, lo recuerdo finalmente, y a pesar de todo, no es suficiente para que la horrible tortura termine.

Xeneilky, perdón por no verte de nuevo. Supongo que, tal vez, en otra vida podrás cobrarte esa platica que me prometiste. Adiós, amigos…

La vida se me va, lo sé, y en estos momentos puedo sentir a lo lejos algo extraño, un llamado, un eco de voces que se vuelven más y más claros conforme pasan los segundos. Es como si mi mente viajara mientras mi cuerpo cede, hasta que las vi, a las personas que más deseo encontrar una vez más, metidas ambas en una bella casa adornada como sólo mi querida amiga Kantry podría hacerlo. En la sala de aquel hogar se encuentra Annastasia sentada, mortificada, mientras que Kantry camina de un lado al otro preocupada y molesta.

De repente, Kantry da un zapatazo al suelo y llora con un terrible dolor, como si le hubiesen arrancado algo del alma. —¡Esto debe ser una mentira, Annastasia! Ken… él no pelearía solo… —exclama la chica de cabello oscuro viendo a la más joven para escucharla atentamente a lo que tenga qué decir.

—Los dragones no mienten, Kantry. Es por eso que sé que es verdad, y no sólo eso, ------- ha vuelto. En Terra Nova se le vio, es momento de movernos, es ahora el tiempo que tanto hemos esperado —explica la chica de blanco poniéndose de pie y tomando a su amiga de los hombros, la ve a los ojos—. Si no hacemos algo, si no nos adelantamos a él y la encontramos, entonces vamos a perderlo todo. Sabes que hay maneras…

—Lo sé…

—Recuerdas lo que prometiste.

—Lo recuerdo bien.

—¿Entonces me ayudarás?

—Siempre —dicho esto ambas se abrazan fuertemente llorando en sintonía y se prometen seguir juntas hasta el final, a la par que de fondo comienzo a escuchar un extraño sonido, un ruido metálico parecido a chillidos que se pierde a la distancia, el mismo que escuché cuando era joven, el día que descubrí la piromancia en mí.

¡Oh! Mis queridas amigas lo saben, y ya es tarde. Tal vez sólo estoy alucinando cosas, es sólo eso posiblemente. No importa. Annastasia, Kantry, lo dejo en sus manos hasta que vuelva. No voy a rendirme, no aún. No por mí. Por ellas, por quienes tienen fe en mí, por los que aún se levantan en mi nombre.

Sí, mi nombre… ¡-------!

No me iré, no hoy, porque el piromante azul, ese maldito, no cumplirá con su retorcido sueño.

No verá levantarse un reino… un Reino del fuego.

Al menos no por su asquerosa mano.

FIN